Con Goya al fondo

En cierta ocasión le preguntaron a Peter Sellars sobre qué tipo de óperas le gustaba más poner en escena. "Las que tienen un argumento más anodino. Por ejemplo, las de Haendel", contestó, argumentando que el mayor desafío de un director teatral es dar entidad dramática a lo imposible. Pues bien, José Carlos Plaza ha elegido para su retorno al teatro de la Zarzuela dos obras en el umbral de lo irrepresentable por debilidades manifiestas de sus respectivos libretos. Le motivan, como a Sellars, estas situaciones límite. Plaza, en cualquier caso, es Plaza, y su equipo, un equipo que, tras la incorporación como escenógrafo del revulsivo pintor Enrique Marty con unos memorables Los diablos de Loudoun, de Penderecki, en Turín, ha ganado consistencia y equilibrio, combinando factores de riesgo y osadía con la serenidad de la experiencia. Todo ello se percibe con nitidez en Goyescas: la incisiva y sensual dirección de actores del propio Plaza, la belleza cromática del vestuario de Pedro Moreno, la inspirada y sugerente coreografía de Goyo Montero en la escena de las bombillas, la precisa iluminación de Francisco Leal y, cómo no, el sugerente recorrido escenográfico goyesco de Marty desde el periodo de los tapices hasta el de las pinturas negras, sin ninguna concesión al pintoresquismo o al nacionalismo folclórico.

El espectáculo tiene fuerza plástica, tensión dramática y una atención primorosa a la definición teatral de los personajes. La labor de José Ramón Encinar es también esencial, pues huye asimismo de las componentes localistas y muestra la obra en su dimensión más universal y expresiva. El reparto vocal, encabezado por Carmen Serrano, se mueve con corrección musical y con excelencia teatral.

San Antonio de la Florida es harina de otro costal. Musicalmente, tiene momentos admirables, aunque dramáticamente es endeble. Plaza hace diabluras en el tratamiento rítmico, Moreno pinta los figurines con esmero y Marty se descuelga con una escenografía virtual basada en retroproyecciones. Lo más importante, al margen de los meritorios resultados, es que se haya desempolvado después de más de un siglo de silencio. Acudió al estreno el "todo Madrid", desde Ruiz-Gallardón a Baltasar Garzón. Las cinco funciones programadas son totalmente insuficientes para la categoría del espectáculo.