_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nombres

Me he acordado estos días de Irineo Tristán. Fue en el verano del 1997 cuando saltó su nombre a la palestra de la crónica internacional de sucesos. Irineo era un emigrante mexicano, un espalda mojada condenado a muerte por un delito de homicidio dudosamente probado en un juicio salpicado de irregularidades y muñido con pruebas de convicción escandalosamente poco convincentes. Un juicio como tantos de los que se celebran, se han celebrado y se celebrarán en el Estado de Texas.

Aquel verano agonizaba el poeta mexicano Octavio Paz. Poco antes de morir, el autor de El laberinto de la soledad escribiría sus últimas palabras, que no eran otra cosa que una carta destinada a George W. Bush, gobernador de Texas, pidiéndole clemencia para Irineo Tristán, su desafortunado compatriota. No sabemos qué fue de la misiva. Aquello era pedirle, de modo literal, peras al olmo. Irineo Tristán fue ejecutado sin que Bush dedicase un segundo de su tiempo a leer el mensaje de Paz. ¿Quién era Paz? Dudo que a estas alturas lo sepa, ni que José María Aznar, en los últimos tiempos, le haya podido contagiar a su amigo americano (como su amigo americano le ha contagiado a él un ridículo acento tejano) sus aficiones líricas y su predileccción por los poetas tranquilos que antologó en su día Germán Yanke.

El caso es que Irineo Tristán (el último ejecutado en Texas por orden de George W. Bush) unió su nombre al del hombre que ha montado, con la inestimable colaboración de ese tipo siniestro llamado Sadam Husein, la primera gran guerra del siglo XXI. Una guerra, es curioso, en la que muchos primos de Irineo Tristán están sirviendo de carne de cañón.

"La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen", decía Valéry, "para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran". Por eso es importante conocer los nombres, recordar a Irineo Tristán y a sus primos y hermanos hoy mismo. Recordar que el verano que Irineo Tristán fue ejecutado, en nuestro país un joven concejal que se llamaba Miguel Ángel Blanco fue también condenado y ejecutado por ETA, que desoyó el clamor de todo un pueblo que le pedía un adarme de piedad.

Sospecho que la reacción de la ciudadanía ante esta guerra, aunque al Gobierno no le guste tener que admitirlo y prefiera quedarse con la imagen de algún cojo Manteca redivivo afanando un jamón, se debe en buena parte al camino sembrado con la sangre de gentes como Miguel Ángel Blanco, es decir, a los muertos con nombre y apellido, a lo concreto derrotando a lo abstracto.

Después de años y años de muertos sin nombre y sin cara, reducidos a pura casquería sobre el serrín del suelo de una tasca o el asfalto de una ciudad del norte, los ciudadanos reaccionaron al fin de la anestesia. Es natural que el nombre del chiquillo que ilustró la portada de este mismo periódico el pasado martes nos movilice, que los brazos ausentes de Ali Smain nos empujen a abominar de esta maldita guerra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_