"No creo que haya ningún oficio que una mujer no pueda ejercer"
Isabel Trabal es la primera mujer que consiguió el título de ingeniero industrial en Cataluña y la segunda de España. Fue en 1949. Obtuvo el premio extraordinario de carrera. Agradece que siempre la trataran como una más en un colectivo profesional en el que todavía hoy la inmensa mayoría de sus miembros son hombres. Ella no se explica que a las chicas les cueste elegir una carrera "tan polivalente y con tantas salidas profesionales en campos diversos". Se alegra al comprobar el avance de la mujer en el terreno profesional aunque está convencida de que mejorará mucho más cuando desaparezcan los prejuicios que aún perduran. Preside la Caja de Ingenieros.
Trabal creció en la empresa barcelonesa de maquinaria textil de su padre. Nunca le importó mancharse las manos de grasa porque podían más sus ganas de crear. Prefería el ambiente del taller que el de la oficina. Al cumplir 10 años le dijo a su padre que cuando fuera mayor sería ingeniero. La respuesta paterna fue: "Primero tienes que hacer bachillerato y luego ya hablaremos". La determinación de la niña se afianzó con los años hasta que asumió la dirección de la industria familiar. Dos años después de titularse se incorporó a la junta del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña.
Un siglo después de nacer, la Escuela de Ingeniería sólo disponía de aseos para hombres
La presencia de chicas era tan infrecuente en las aulas de ingeniería que un siglo después de que se empezaran a impartir clases de esta especialidad la escuela superior únicamente disponía de aseos para hombres. Nadie hasta entonces había echado de menos los cuartos de baño femeninos, simplemente porque no los habían necesitado hasta que se matriculó Trabal. Afirma que nunca se sintió discriminada por el hecho de ser mujer. Ni por los profesores en su etapa de estudiante ni por sus compañeros, a quienes valora "que no me hicieran sentir especial, sino una más".
En una parcela técnica tradicionalmente de varones, Isabel vivió situaciones divertidas. Cuando por algún motivo alguien le preguntaba la profesión al responder que ingeniero (prefiere el genérico y nunca la expresión 'ingeniera') recuerda que el interlocutor de turno la miraba fijamente y abría los ojos como platos. Es comprensible la extrañeza de algunos dado que encontrar mujeres en esta profesión era toda una rareza en la década de 1950 o 1960. No siempre era bien acogido por los mecánicos a su cargo que una mujer les dijera cómo debían hacer su trabajo. No obstante, ella resta importancia a tales situaciones diciendo que fueron casos muy concretos y que, en general, no tuvo problemas para hacerse obedecer.
Muchos esquemas se han modificado en las últimas décadas con la incorporación de la mujer al mundo laboral. No obstante, perduran demasiadas prevenciones y prejuicios al elegir determinadas carreras técnicas, lo que en su opinión, no tiene ningún fundamento, convencida como está de que "no hay ningún oficio que no pueda desempeñar una mujer". La actitud correcta debe ser: "Lo que hace otro lo puedo hacer yo aunque me tenga que esforzar para lograrlo".
No comprende la baja autoestima que aqueja con demasiada frecuencia a la población femenina. Lo que ocurre, a su juicio, es que algunas mujeres carecen del impulso que las ayudaría a mejorar. Comenta que uno nace con una capacidad y de una determinada manera sin que haya ningún mérito en ello: "El mérito radica en desarrollarlo".
Hasta su jubilación, dirigió junto con su hermano la empresa familiar, con una treintena de empleados. En 1987 participó activamente en la creación de la Caja de Ingenieros, entidad que preside en la actualidad. Nació en el barrio de la Ribera, muy cerca de la iglesia de Santa Maria del Mar, y tiempo después se mudó a Sants. Actualmente vive fuera de la ciudad.
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