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Columna
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Voto de obediencia

No acabo de entender la razón por la que una persona que pertenece a un partido tenga que aceptar en bloque todas sus políticas. En el momento de afiliarse es como si te dieran un kit autoinstalable, como dicen las compañías telefónicas, a partir del cual tienes que admitirlo todo sin posibilidades de matizar o protestar por nada, ya sea sobre educación, sanidad, vivienda o política exterior. Sólo puedes irte a las bravas, registrado en la lista de morosos, pero sin poder discrepar en lo más mínimo. ¿Por qué se extrañan después de que la sociedad responda también con irritación ante el todo o nada?

Tarde, con bastante retraso, comienza a circular la consigna de que es necesario rebajar un poco la tensión provocada por el enfrentamiento entre partidos políticos. Hay cierto susto por la respuesta social que se está produciendo alrededor de las distintas posturas. Rectifico, no son distintas opciones, sólo son dos, la obediencia a favor y la obediencia en contra. ¿Tan difícil es darse cuenta de que están provocando ellos mismos la crispación?

Esta semana ha sido terrible por muchas razones. En primer lugar, quizá lo más importante, porque nos han recordado una vez más que la guerra sigue existiendo como un recurso para solucionar conflictos de intereses y de valores contrapuestos, cuando empezábamos a pensar que existían ya otros medios más civilizados para resolver los problemas de pareja. Pero también porque se ha puesto de manifiesto que en una sola semana se puede llegar a un alto grado de crispación social, algo que hacía bastante tiempo no se había visto. Manifestaciones, caceroladas y protestas imaginativas, son una muestra muy positiva de participación social. Pero la tensión emocional de la participación es el resultado del sentimiento de impotencia de ciudadanos y militantes ante unos partidos que cierran filas alrededor de la verdad del líder.

Hay mucha gente del partido popular que está en contra de esta guerra. Hay algunos, muchos o pocos, del socialista que están a favor. Si pudieran decirlo abiertamente, la sociedad no estaría tan crispada en bandos opuestos. Pero se juegan el puesto de trabajo, es decir, sufren auténtico acoso laboral pero sin posibilidades de denunciarlo a la justicia. Y detrás de ellos están los medios afines de comunicación, los periodistas, las tertulias, los que hacen méritos. ¿Por qué se extrañan de que estemos enfadados en las calles? Hablan mucho de vientos y tempestades, pero lo que no saben es que los vientos son de obediencia forzada y las tempestades son de auténtica desobediencia liberadora. Las dos caras de la misma moneda, pero son sólo ellos, todos ellos, los responsables.

No me importaría nada que los políticos tuvieran voto de pobreza, mejor para todos. En cuanto a la castidad, es una opción personal aunque no se la recomiendo porque, en general, no es buena para la salud mental y produce muchas broncas inútiles en los parlamentos. Pero el voto de obediencia es anticuado, autoritario y desastroso para la salud social.

Sadam es una enfermedad para la sociedad de Irak, pero hay que tener cuidado con el encarnizamiento terapéutico. Pero también la obediencia a Sadam es mala para los partidos políticos, sólo produce crispación, conflictos y violencia.

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