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Entrevista:Marosa di Giorgio | POESÍA

"Los libros saben andar. Son mágicos"

Javier Rodríguez Marcos

Marosa di Giorgio (Salto, Uruguay, 1932) llena teatros por toda Latinoamerica. En sus lecturas, la autora uruguaya de origen italiano escenifica de memoria el torrente irracionalista de una obra que mezcla trascendencia y humor, erotismo y misticismo pagano. En enero ofreció uno de sus recitales en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La mujer que por la noche era una diva de dicción poderosa, vestida y maquillada para la ocasión, se había transformado al día siguiente en una anciana frágil que desgranaba sus, eso sí, rotundas opiniones con un hilo de voz.

PREGUNTA. Al final de su lectura no quiso coloquio. ¿Después de la poesía no hay nada que añadir?

RESPUESTA. Lo que se dice se dice ahí, en el poema. Entonces, ¿a qué este complicar las cosas? Lo esencial está en lo que el poeta ya dijo. Luego uno se lía en discusiones, por las ramas. Es inútil. Cuando termino una de estas sesiones quiero alejarme. Es una puerta que se cierra. Paso a otro jardín.

"Fuera del tiempo de la televisión me siento como en la verdadera realidad"

P. Para usted es fundamental la recitación. ¿Qué añade la voz que no tenga la lectura en silencio?

R. A mí me gusta el teatro, por eso escenifico. Me gusta andar un poco. Al recitar los poemas es como si recién los estuviera construyendo.

P. ¿Improvisa?

R. Nunca. Todo es de memoria. Si alguna vez da la sensación de que estoy improvisando, entonces está logrado lo que pretendí.

P. ¿Además de memoria hay algo de inspiración?

R. Por supuesto. Al recitar un poema pongo el mismo entusiasmo que al escribirlo, la misma calidez. Acude la misma llama.

P. ¿También al escribir cree en la inspiración?

R. Absolutamente.

P. ¿Más que en el trabajo?

R. Claro que hay que trabajar un poquito, pero hay algo del cielo que está dentro de uno mismo. El empeño que algunos ponen en escribir un libro no sirve para mucho. Si hoy no sale el arco iris es imposible construirlo.

P. ¿Los recitales pueden ser una vía de salida para la poesía, que parece cada vez más minoritaria?

R. Sí. Hay más gente que escucha que gente que lee. Pero también los libros tienen su trayectoria. Saben andar. Son mágicos. No hay libro que se detenga. Todos caminan.

P. Para usted es fundamental su memoria familiar, su infancia en el campo.

R. Es esencial. Allí empezaron a aparecérseme cosas. Algunas sobrenaturales... bueno, todas sobrenaturales. Porque era la naturaleza, pero tocada por un rayo distinto. Todo lo vi transfigurado.

P. Su traslado a la ciudad deja menos huella en su obra.

R. A veces pienso que si siempre hubiera vivido en la ciudad no habría escrito nada.

P. ¿Por qué?

R. Porque no me impacta de la misma manera. Estar en el campo era como ver la creación en el mismo instante en el que Dios estaba formándolo todo. Eso es lo que recuerdo.

P. ¿Se considera una persona religiosa?

R. Sí, ayer fui a la iglesia del Carmen. Siempre voy a las iglesias. A veces se produce una confusión. Hay una conexión entre el jardín de la infancia y los altares católicos. Yo iba a la iglesia con mi madre y mi padre y veía esas flores. Cuando volvía a casa era como pasar de un jardín a otro, de un altar a otro.

P. ¿Qué papel juega en su obra la historia, el tiempo no mítico?

R. El mío es un decir atemporal y casi diría que a-espacial, aunque el espacio estaba ahí. Como un signo de infinitud, como prueba de que aquí puede pasar todo, de que todo es maravillante.

P. ¿No le da miedo quedarse fuera del tiempo?

R. Al contrario, al estar fuera del tiempo, del tiempo de la televisión y de las tecnologías, me siento como en la verdadera realidad, en el lugar donde se debe estar. Así es que vivo feliz.

P. ¿Y qué hay en esa realidad?

R. Hay muchas cosas. Todo lo que he dicho en los libros. Y todo lo que todavía no he podido decir.

P. Uno de sus poemas más conocidos es una elegía a su madre. ¿Cómo se vive desde ahí la experiencia de la muerte, que lo inserta todo en el tiempo?

R. La muerte siempre es horrenda, pero los que se van me vienen continuamente. Están ahí, aquí. Me dicen muchas cosas.

P. ¿Escribir es entonces una forma de lucha o una forma de resignación?

R. Es un homenaje, un agradecimiento. Y el camino para encontrarlos, para seguir en contacto.

Marosa di Giorgio es autora de 'Diamelas a Clementina Médici', una elegía a su madre.
Marosa di Giorgio es autora de 'Diamelas a Clementina Médici', una elegía a su madre.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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