Todo fue peor de lo que creímos
John Pilger pertenece a una extraordinaria clase de periodistas, aquellos que están continuamente pidiendo cuentas al poder, sin descanso y sin dejarse desalentar. Son irritantes porque sus planteamientos no son moderados sino radicales y no dejan en paz a nadie, ni a los políticos, ni a los lectores, ni a sus propios compañeros, a los que critican por prestarse a la propaganda en lugar de pelear por la información.
"Lo más lamentable de los periodistas", dijo un día Pilger, "es que interiorizan una completa serie de suposiciones, la más poderosa de las cuales es que el mundo debe ser visto en términos de utilidad para Occidente y no en términos de humanidad". Eso es lo que lleva a los periodistas a hacer distinciones entre gente que importa y que no importa: los muertos inocentes en polvorientas aldeas de Afganistán, por ejemplo, no importan.
LOS NUEVOS GOBERNANTES DEL MUNDO
John Pilger
Traducción de Esther Roig
RBA. Barcelona, 2003
208 páginas. 17 euros
Pilger tiene otra gran característica profesional: jamás cuenta el futuro, sino que desmenuza el pasado. Todos sus trabajos se basan en una perseverante búsqueda de datos. Pasa meses, años, reuniendo información de fuentes directas, incluso de fuentes oficiales desclasificadas, hasta reunir impresionantes informes. A veces sus dossieres parecen visiones apocalípticas que uno se resiste a creer, pero, implacable, va añadiendo hecho a hecho, documento a documento, entrevista a entrevista, hasta que no deja escapatoria. Efectivamente, las cosas fueron tan terribles como Pilger las describe.
Pilger, que nació en Australia, pero que trabaja desde los años sesenta en el Reino Unido, ha logrado en dos ocasiones el máximo galardón que se concede en el periodismo británico y se ha hecho famoso por varios documentales para la televisión. Uno de esos filmes, sobre Camboya, consiguió un Emmy, pese a ser rechazado por las principales cadenas de televisión norteamericanas y ser emitido una única vez por un canal de Nueva York.
Otro documental suyo, sobre Palestina, fue objeto de una feroz campaña de denuncias, hasta que el organismo que vigila las televisiones británicas (Independent Television Commission) realizó una investigación de tres meses que llegó a la conclusión de que se trataba de un trabajo realizado con todo cuidado e integridad. Su caso es casi un precedente del de Mike Moore, el documentalista que es objeto estos días de una dura campaña de insultos en los medios oficiosos de Estados Unidos, pero que fue premiado esta misma semana con un Oscar por su espléndido Bowling for Columbine. Quizá, como dice Pilger, "contrariamente al mito, las personas son pocas veces sumisas".
El libro de Pilger Los nuevos gobernantes del mundo parte de una serie de trabajos publicados en New Statesman y The Guardian, ampliados, y toma el título de uno de sus documentales televisivos. Los cuatro capítulos (El pupilo modelo, Pagar el precio, El Gran Juego y Los elegidos) tratan respectivamente de Indonesia, Irak, Afganistán y los aborígenes de Australia, y la tesis que los recorre es que la idea, difundida entre los activistas contrarios a la globalización neoliberal, de que el Estado está en peligro de desaparición es errónea. "La globalización no supone la impotencia del Estado, sino el abandono por parte del mismo de sus funciones sociales, en favor de otras represivas y el fin de las libertades democráticas".
Pilger no comparte la idea de
que los nuevos gobernantes del mundo sean las grandes corporaciones. En una reciente entrevisra, afirmaba: "Es una combinación del poder del Estado, aún dominante, y esas corporaciones multinacionales. Los dos están estrechamente unidos [...] El Gobierno de Estados Unidos nunca ha sido tan poderoso, pero ha usado su poder para distribuir masivos subsidios a las grandes corporaciones. Las corporaciones transnacionales han sido permitidas y mantenidas por un poder estatal central".
Los nuevos gobernantes del mundo intenta apoyar esta tesis con la explicación de lo ocurrido en varios lugares del mundo. Tal vez el capítulo más convincente sea el de Indonesia. Muchos europeos comprendimos lo que significó el golpe de Estado de Suharto gracias a la película El año que vivimos peligrosamente, del director australiano Peter Weir. Su compatriota Pilger retoma ahora aquella sangrienta represión (más de medio millón de personas asesinadas, según datos de la ONU) para explicar sus motivos ocultos y sus consecuencias.
"Desde el aire es el diseño industrial de la ciudad lo que impacta. Yakarta", escribe Pilger, "está rodeada de recintos enormes, [...] conocidos como Zonas de Producción de Exportaciones. Allí se encuentran centenares de fábricas que elaboran productos para empresas extranjeras [...] En esas fábricas hay miles de obreros que ganan 72 peniques al día".
La Biblioteca Lyndon B. Johnson acoge los documentos desclasificados de la Conferencia sobre Inversiones Indonesias que se celebró en Ginebra el 2-4 de noviembre de 1967 y que abrieron la puerta al proceso de globalizacion neoliberal de aquel país asiático. Un documento extraordinario que misteriosamente los medios de comunicación nunca reflejaron.
Como tampoco dieron importancia a las dimisiones de Denis Halliday y Hans von Sponeck, altos funcionarios de Naciones Unidas que protestaron por los terribles efectos del embargo sobre Irak en la población civil y especialmente en la llegada de medicamentos para luchar contra el espectacular incremento de cánceres. Una de las mentiras más persistentes es que Sadam Husein, que es sin duda un dictador despreciable, tiene almacenes llenos de medicinas que se niega a distribuir. Naciones Unidas, hasta Kofi Annan, lo han negado. George Somerwill, portavoz de la ONU en Irak, dijo: "No se ha detectado de forma importante que ningún suministro de ayuda humanitaria se haya desviado, cambiado o utilizado mal de alguna forma". Pero aún hoy, con motivo de la nueva guerra, los periodistas repetimos hasta la saciedad la propaganda.
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