Modestia aparte
Los títulos de algunas exposiciones suelen funcionar como un falso corsé que hace reventar el cuerpo del arte. A veces el comisario lo aprieta aún más con sus tesis, de forma que los contornos que en principio podían parecer sinuosos y elegantes acaban disimulados en una prótesis de seborrea teórica. ¿Por qué David G. Torres, curator de Falsa inocencia, insiste en proclamar la relación directa entre arte e inteligencia (?) cuando habla de la dificultad de delimitar qué es una obra de arte, desde que "se hace evidente que el darle esta categoría a un objeto depende de su valor conceptual concedido por el espectador gracias a su capacidad para ver y pensar? ¿Por qué tanto cartesianismo? ¿Por qué la recurrencia insistente a la Fuente de Duchamp cuando sostiene que "una obra de arte no depende de la mano del artista, sino del contenido"? El mismo Duchamp, que sabía que sus ready-mades, antídotos frente al arte retiniano, planteaban por primera vez la pregunta de ¿qué es el arte?, nunca pretendió dar con una definición que lo satisficiera totalmente. "Mi intención fue siempre alejarme de mí mismo", decía, "aunque sabía perfectamente que me estaba utilizando. Llámalo un jueguecillo entre 'mí y yo".
FALSA INOCENCIA
Fundación Miró.
Parc de Montjuïc, s/n. Barcelona
Hasta el 1 de junio
Algunas obras de Falsa inocencia, afirma Torres, son ridículas, y sobre ese "ridículo se abre un hueco en que se lanza la interpretación y el sentido". ¿Y la ironía, esa risa sutil que advierte al adversario vencido de cuán diferentes eran sus pensamientos de la realidad que le oponemos triunfalmente? Ridículo es un término ofensivo, porque nos prohíbe pensar en la distancia que cobra el artista frente a sí mismo, o, si utilizamos las palabras de Ortega, "ser artista es no tomar en serio al ser humano tan serio que somos cuando no somos artistas". Pues bien, partiendo de ese bon ton que obliga a sonreír ante la inocencia y a considerar la virtud como una especie de mojigatería, concluimos que el conjunto de piezas -instalaciones, esculturas, vídeos- que provienen de los fondos regionales de arte contemporáneo franceses (FRAC), ahora en la Fundación Miró, es una correcta selección a la que le sobran carcasas teóricas. Slominski, General Idea, Orozco, Steinbach, Wallinger, Pierre Bismuth, Mike Kelly o González-Torres son algunos autores, entre una treintena, que ofrecen esa ironía tan opuesta a la inteligencia cartesiana, parecida a la del gran eiron Sócrates, quien se presentaba como ignorante y admirador de los demás, considerados como sabios.
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