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Reportaje:

La cara difícil del Casco Viejo

Los vecinos se movilizan por la inseguridad que aprecian en una calle del centro de Vitoria

A escasos metros de la Catedral de Santa María, uno de los monumentos que se han convertido en reclamo de visitantes en Vitoria y en ejemplo mundial de rehabilitación integral de edificios históricos, el Casco Viejo de la capital alavesa muestra otra cara menos amable y positiva. Se trata de la calle Barrancal, una estrecha vía situada en la parte baja de la zona medieval, en la que se han disparado todas las alarmas vecinales ante el ambiente de inseguridad que se respira en sus apenas 200 metros de longitud.

Las quejas vecinales hablan fundamentalmente de tráfico de drogas y sus habituales repercusiones de aumento de la delincuencia. Además, una importante comunidad magrebí se ha ido concentrando, en ocasiones hacinada, en muchas de sus viviendas. Los colectivos vecinales rechazan que su protesta tenga componentes xenófobos, aunque todos los factores han ido ayudando a crear un clima que se ha enrarecido sobremanera y que ha llevado a los residentes en esta calle a crear una asociación vecinal propia, al margen del colectivo que agrupa a todos los habitantes del Casco Viejo.

El precio de pisos y lonjas "ha caído por los suelos" y los vecinos marchan a otros barrios

La Policía Local niega las acusaciones de negligencia que los vecinos han vertido contra ella y constata las dificultades que entraña una actuación de estas características. "Las estadísticas sobre delitos y tráfico de drogas no son más elevadas en esta zona que en el resto", señala José Antonio Ferreiro, responsable del servicio de Policía de Barrio dentro de la guardia urbana. "A veces no se corresponde la incidencia delictiva con la inseguridad como percepción vecinal, y ahí también trabajamos con nuestra presencia preventiva", sostiene. Una de las dos patrullas destinadas al Casco Viejo -circulan a pie desde las diez de la mañana hasta las ocho de la tarde- se dedica en especial a este área, y hay otros servicios de refuerzo en horario nocturno.

En los aledaños de la calle se abrirán en breve dos mezquitas para atender a las comunidades marroquí y argelina, que se añadirán a la capilla evangélica de la comunidad gitana, un locutorio para extranjeros y distintos comercios regentados por inmigrabtes, principalmente magrebíes.

La recién creada asociación Barrenkale quiere alejar cualquier sombra de racismo, por lo que entre sus primeras actuaciones estarán los contactos con representantes de la comunidad árabe y de asociaciones solidarias. "Más que un colectivo vecinal, somos un auténtico gabinete de crisis", señala el histórico dirigente del movimiento ciudadano del barrio Rafael Ruiz de Zárate, quien acusa al Ayuntamiento de haber convertido la zona en un auténtico gueto para extranjeros "masificado y sin condiciones de habitabilidad". El precio de las lonjas y de los pisos "ha caído por los suelos" mientras muchos residentes se trasladan a otros barrios, dejando a sus espaldas pisos "que a veces están habitados por 15 personas", apunta Ruiz de Zárate. El peligro de que la calle se convierta en territorio de marginalidad para una comunidad extranjera sobrevuela el conflicto.

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La asociación que agrupa a los vecinos del Casco Viejo, un distrito en el que residen 7.500 personas, elevó ayer con crudeza sus quejas al concejal de Protección Ciudadana, Miguel Ángel Echevarría. Consideran que la situación en la zona, no sólo en Barrancal, es "una bomba de relojería" por el grado de inseguridad que perciben los residentes. Su portavoz, Iñaki Nuño, señaló que hay vecinos que ya hablan de autoprotección y "bates de béisbol", postura que rechaza frontalmente la asociación, y que les lleva a reclamar "un plan social específico para el barrio".

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