La vuelta al colegio de las niñas afganas
Desde que los talibanes fueron desalojados del poder por las tropas estadounidenses, casi un millón de niñas, que habían perdido su derecho a la educación, han regresado a la escuela. Este importantísimo progreso, registrado en apenas un año en un país arrasado por dos décadas de guerras y por el régimen más misógino de la historia, es uno de los pocos datos positivos señalados por un exhaustivo informe sobre la reconstrucción de Afganistán y las mujeres, que destaca cómo las tradiciones, la incultura y la pobreza frenan todo avance femenino convirtiendo muchos de los cambios acometidos en meros retoques cosméticos.
Afganistán no dispone ahora de tribunales de familia, de modo que la fuerza de la costumbre y la interpretación siempre desfavorable de la sharia (ley islámica) se impone, por ejemplo, a la hora de establecer la herencia para una viuda, que no recibe más que un octavo de los bienes del marido, aunque un funcionario del Gobierno señala que la sharia no dice expresamente que ese octavo deba ser el máximo a percibir. Si una mujer se divorcia y no tiene hijos menores de nueve años, es expulsada de la casa.
Todas las acciones por la igualdad que acometen las organizaciones internacionales dependen de las grandes ONG, en las que apenas hay mujeres tomando decisiones
Dado el alto nivel de analfabetismo femenino, las organizaciones no gubernamentales apenas cuentan con afganas preparadas para trabajar en ellas, como tampoco el propio Ministerio de Asuntos de la Mujer. La desconexión entre las necesidades reales de las mujeres y las acciones políticas es una clara consecuencia de ello. Además, todas las acciones por la igualdad que acometen las organizaciones internacionales dependen de las grandes organizaciones no gubernamentales (ONG), en las que apenas hay mujeres tomando decisiones.
La población más castigada
El informe Afganistán: mujeres y reconstrucción, elaborado por el Grupo Internacional de Crisis (ICG en sus siglas inglesas), con sede central en Bruselas, y difundido el pasado martes, pone el acento en éstas y otras cuestiones para señalar las dificultades que vive la reconstrucción de Afganistán y la reparación de los daños de la población más castigada: la femenina.
El canadiense Vikram Parekh, que está todavía en la capital de Afganistán, Kabul, y ha sido uno de los que más activamente ha participado en la elaboración del informe, considera que la creación de un Ministerio de Asuntos de la Mujer, los significativos compromisos de los países donantes y el retorno de las mujeres a la universidad, las escuelas y la Administración pública son datos positivos, pero añade: "Hay todavía una insuficiente atención a las cuestiones de género a nivel general en el proceso de desarrollo".
Uno de los asuntos que el informe evidencia es también la difícil situación en la que trabajan las activistas afganas, sometidas en ocasiones a serias amenazas. De ahí que el ICG pida expresamente que se amplíe la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad). La inseguridad en Afganistán es un problema general para la población que se agrava en el caso de las mujeres. "Fuera de la capital (Kabul)", dice el informe, "la seguridad y el tratamiento de las mujeres depende de los jefes militares locales, y los niveles de violencia sexual y el acceso de las mujeres a los recursos sigue siendo desconocido". El ICG pide que la comunidad internacional ponga en marcha los microcréditos que tan bien han funcionado en otros rincones del planeta.
Los medios de comunicación dan cuenta de la primera azafata que ha vuelto a volar, la periodista que ha recuperado su micrófono o las 12 mujeres que recientemente se sacaron el carné de conducir. Por detrás de todo ello, refleja este informe, hay un camino plagado de dificultades, en el que los burkas no han desaparecido (era una tradición de la etnia de los pahstunes), porque, como dice una activista, "dentro de él se sienten más seguras". "Hay un riesgo de que las reformas hagan efímera la mejora de la igualdad", sentencia el informe de ICG.
El ICG es una organización privada que analiza la situación en diversas partes del mundo trabajando en el terreno con expertos en situaciones de crisis que hacen recomendaciones para intentar influir en las decisiones políticas. Su consejo directivo está encabezado por el ex presidente de Finlandia Martti Ahtisaari y su presidente ejecutivo es el ex ministro de Exteriores australiano Gareth Evans.
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