El libro que gusta a Bush, Blair y Aznar
TODOS COMPARTEN que uno de los daños colaterales de la guerra contra Irak es la ruptura de la confianza en la relación entre EE UU y la UE, y en el seno de esta última. ¿Todos? Todos no, pues los representantes de dos países europeos, el Reino Unido y España, han contribuido a esta tensión sobrevenida al ponerse sin fisuras de parte de George Bush. Han hecho de quintacolumnistas de la forma dura de entender el mundo de la Administración norteamericana.
Aparece estos días un libro que teoriza esta forma de entender. Se trata de Poder y debilidad. Europa y EE UU en el mundo orden mundial (editorial Taurus), de Robert Kagan, uno de los intelectuales favoritos de Bush, Rumsfeld, Wolfowitz o Rice. En él se teoriza la brecha entre el Viejo Continente y EE UU, que caminan en muchos terrenos en distinta dirección. "Ha llegado el momento", dice Kagan, "de dejar de fingir que Europa y EE UU comparten la misma visión del mundo".
Europa apela al derecho, a la legalidad, a su poder 'blando' porque es débil militarmente. Ha preferido gastarse su dinero en el Estado de bienestar que en defensa. Ésta es la tesis favorita de la Administración de Bush
La Administración de Bush es cada vez más unilateral en política exterior; menos proclive a apoyarse en las instituciones internacionales como la ONU; menos tendente a cooperar con otras naciones; tiene una visión escéptica sobre el derecho internacional y está más dispuesta a operar al margen de sus cauces. La UE intenta influir en sus interlocutores de una manera sutil e indirecta; prefiere la negociación, la diplomacia y la persuasión a la coacción; cuando se trata de resolver un conflicto, suele apelar al derecho, las convenciones y a la opinión pública; además, usa los lazos comerciales y económicos (el poder blando) frente al poder militar (el poder duro) para acercar entre sí a las naciones.
Lo significativo del libro de Kagan no es esta descripción un tanto maniquea, sino su explicación: ello es así no porque Europa crea en el derecho internacional y en la legalidad, sino porque es débil militarmente. Lo militar diferencia ambos puntos de vista, no la política o la moral. "En cuanto se tiene un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos. Y lo contrario: si no se tiene un martillo, no se quiere ver nada que se parezca a un clavo".
Cuando Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de EE UU, habla de la vieja Europa no está aludiendo sólo a los orígenes del continente, sino al orgullo desmedido de la hegemonía americana. Se basa en los datos que proporciona Kagan en su texto. Las tendencias demográficas muestran que la población de EE UU crece a buen ritmo y rejuvenece, mientras que la europea merma y envejece de modo inexorable. De confirmarse las mismas, la economía de EE UU, cuyo tamaño es hoy comparable a la europea, podría duplicar con creces su volumen hacia el año 2050.
Hoy, la edad media de los norteamericanos es de 35,5 años, mientras que en Europa es de 37,7 años; en 2050, la edad media de EE UU será de 36,2 años, y en Europa, de 52,7 años. Esto significa, entre otras cosas, que la carga financiera de cuidar a los ancianos dependientes crecerá mucho más en Europa que en EE UU. También quiere decir que los europeos tendrán todavía menos dinero que gastar en defensa durante los próximos años o décadas del que tienen hoy. Kagan observa que "la lógica de la demografía a corto plazo parece ir en la dirección de fortificar el poderío de EE UU y agrandar la grieta transatlántica, provocando un agudo contraste entre el joven, exhuberante, multirracial Estados Unidos y la envejecida, decrépita e introspectiva Europa".
Comparénse las tesis de Kagan con las mucho más matizadas y multilateralistas del clintoniano Joseph S. Nye, que en su libro La paradoja del poder norteamericano (editorial Taurus) da una visión alternativa, con una conclusión: el poder de EE UU no es eterno; si se malgasta su poder blando por una combinación de arrogancia e indiferencia, aumentará su vulnerabilidad y se acelerará la erosión de su preeminencia.
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