Soy una tumba
DE PURO BUENA soy tonta. Como lo siento lo digo. A ver qué otra cronista que hubiera comido con una señora militanta del PP, como comí yo, se callaría el nombre de dicha señora, que me confesó a los postres que esta guerra se haría, pero que no en su nombre. ¿Que cuál es el nombre de dicha militanta? No lo digo. Me callo como una muerta. Pero vamos, lo que sí digo es que, si todos los diputados del PP votaron en el Congreso que sí a la guerra, no fue porque todos-todos estuvieran de acuerdo, sino por el sueldecillo, que es como se debería llamar, hablando en plata, la disciplina de partido. Y también te digo otra cosa: a mí me sobra psicología para darme cuenta de que a Gallardón se le ha quedado un rictus que pá qué, porque antes tenía cara de alcalde y ahora percibe que, gracias a Superjosemari, la alcaldía se la puede levantar la Trini, que, por cierto, el otro día va y dice (a la Trini me refiero) que con tal de que no hubiera guerra sería capaz de renunciar a la alcaldía. Hay declaraciones que te erizan el vello. Estas palabras de la Trini las oía yo en un taxi justo a la altura de la casa del pintor Cristóbal Toral, por López de Hoyos, calle que hace honor al nombre porque Manzano, como remate triunfal de su alcaldía, ha abierto un cacho túnel que te cagas. Esto confirma la teoría conspirativa de mi santo, que dice que Manzano, en su afán de acabar de una vez por todas con la cultura, se entera de dónde viven los artistas y les abre a pie de calle un socavón para dejarlos inhabilitados durante un tiempo. Iba en el taxi, digo, oyendo la radio y a mi amigo gay, que me intentaba sonsacar el nombre de esa señora del PP que me había dicho al oído "no a la guerra". Me insistía mi amigo: dímelo, yo soy una tumba. Y yo le decía, eres mi amigo, mi confesor, mi gay de cabecera, pero no te lo digo, y te voy a decir por qué no te lo digo, qué caramba: primero, porque no soy chivata; segundo, porque como te lo diga, esta misma noche en el Hot (antro de los gays-osos) te vas de la lengua. Y entonces mi amigo me dijo: te cambio un secreto por otro. Y como sabe el muy perro que soy megamorbosa y mato por una historia de sexo y violencia, me contó que la noche anterior había pillado un taxi en Chueca y que el taxista le dijo, ¿Qué, chuequeando?, y le dijo también, vaya paquetamen que se te adivina bajo el vaquero y le desnudó con la mirada y perpetraron el acto en una de esas calles oscuras donde ligan los gays armarizados. Y yo, como una perra, revolcándome en el megamorbo, le pedí a mi amigo gay que me contara qué tipo de prácticas aberrantes realizaron, y mi amigo me lo contó con pelos y también con señales, y yo no soy chivata, vale, ¡pero un trato es un trato!, y le solté el nombre de la pepera. Pero aquí no lo escribo: vayan ustedes a sitios de ambiente -ya está bien de que yo les dé toda la información masticadita- y verán que a estas alturas el nombre anda en boca de homos y heteros. Conclusión: hija, cómo está el mundo del taxi.
Para pasar el maltrago de la noche del ultimátum, mi santo y yo optamos por el cabaret, el espectáculo que más consuela de las guerras. Dejé a mi padre de imaginaria viendo la tele y escribiendo una poesía sobre la guerra. Quiere escribirla sin que aparezca la palabra "Aznar" y le está costando sudor y lágrimas (natural), más aún que cuando escribió aquella sobre un trasplante de corazón sin las palabras corazón y trasplante, más aún que la que hizo sobre el Prestige sin Chapapote ni Fraga. Es un poeta de la experiencia. En total, para calmar la ansiedad por el bombardeo, nos fuimos a ver a Faemino y Cansado, cómicos a los que todos en mi casa idolatramos. Es casi el único punto en común que tenemos con nuestros hijos. Y hay que trabajar ese punto. Mi santo se ríe con ellos casi más que con Leslie Nielsen, con eso está todo dicho. En uno de su diálogos geniales, Javier Cansado decía: "Tengo un amigo con un trabajo ignominioso, es crítico de cine, pero el pobre tiene el problema de que le gustan las mismas películas que a todo el mundo". Eso me hizo acordarme de Gangs of New York, la película que aburre a casi todo el mundo que conozco y con la que, sin embargo, los críticos babean. Con su pan se la coman. Por cierto, el otro día, voy y llamo a mi Javi Cámara y la casualidad que le pillé facturando rumbo a Los Ángeles con mi Leonor Watling. Qué lejos se va mi Javi de su madre Araceli y de los maravillosos caparrones riojanos que cocina dicha madre Araceli. Desde aquí te lo digo, Araceli: pienso en tus caparrones y me entra nostalgia gastronómica. Ahora que me acuerdo, leí una entrevista con Paul Auster, fan de Almodóvar, casi tan fan como Winona Ryder (mi hijo va al instituto con la camiseta de Free Winona que me regalaron en la librería Ocho y Medio), y dice Auster que es normal que en España no se quiera a Almodóvar, que nadie es profeta en su tierra. Desde aquí te lo digo, Paul: no extiendas esa idea por tu Brooklyn natal porque es mentira. Una cosa son los Goyas (anda que no hay películas cojonudas sin premios) y otra los espectadores. Una cosa es Aznar y otra los españoles. Por suerte. O por desgracia.
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