Chirac se opone a que EE UU y el Reino Unido legitimen la intervención militar
El presidente francés y el primer ministro británico, Tony Blair, se enfrentan en Bruselas
La elevada tensión entre los divididos líderes europeos reunidos en Bruselas registró ayer su punto más álgido en una reunión por sorpresa de dos de los dirigentes de la UE más enfrentados: el presidente francés, Jacques Chirac, y el primer ministro británico, Tony Blair. Lejos de cerrar heridas, Chirac trasladó a Blair su rechazo a la resolución ante la ONU que preparan "los beligerantes" EE UU y Reino Unido para la posguerra en Irak sin Sadam. "Me parecería una forma de legitimar a posteriori una intervención militar y dar a los beligerantes el poder de administrar Irak", dijo Chirac.
En esos términos explicó a los periodistas el propio Chirac su opinión sobre esa iniciativa británico-norteamericana. Todo parece indicar que el enfrentamiento en las semanas previas a la guerra entre París y Londres, las dos potencias militares de la UE, proseguirá también ahora sobre las fórmulas y "modalidades", como dijo Blair, a aplicar en la época pos-Sadam. En el débil pacto logrado en esta cumbre que concluyó ayer, los Quince sostienen que la ONU "debe seguir desempeñando un papel fundamental durante la actual crisis y después de ella". "El Consejo de Seguridad", señala la UE en las conclusiones, "debería dar a Naciones Unidas un firme mandato para esta misión".
Europa, aseguran los Quince, quiere una resolución del Consejo de Seguridad que consagre "la integridad territorial, la soberanía y la estabilidad política" a través de "un Gobierno representativo". Tanto en su apoyo a una resolución de ese tipo, como sobre todo con la ayuda humanitaria que prestará, Europa trata de asegurarse en la posguerra un papel que no ha tenido hasta ahora.
Pero ahí acaban las coincidencias entre "la mayoría" de países europeos contra la guerra y "la minoría" a favor, según la contabilidad hecha por Chirac. Porque Blair, quien avanzó que Bush "comparte" su idea, dijo que esa resolución debe incluir "todo el proceso pos-Sadam", como la reconstrucción de Irak y el control o gestión de los recursos petroleros por el pueblo iraquí aunque con un fondo especial bajo supervisión de la ONU.
"He oído hablar de esa resolución", dijo irónico Chirac para dejar claro que no había sido informado previamente. Y ahondó más en la fractura al destacar que Naciones Unidas debe ahora "recuperar la legalidad internacional de la que desgraciadamente se ha salido porque la guerra no fue aprobada por el Consejo de Seguridad".
Un error, según Schröder
Reconocidas las "diferencias" entre europeos, como las llamó Blair, o "la división de Europa", de la que habló Chirac, quisieron dejar todas las puertas abiertas a un acercamiento que los Quince consideran imprescindible. Lo mismo hizo el canciller alemán, Gerhard Schröder, tras calificar de "error" la intervención militar. "Los ingleses no se han convertido en adversarios. Mañana estaremos obligados a seguir en la aventura europea". Fue el mensaje del gobernante francés al británico, quien a su vez dijo sentirse "integrado" en Europa. "La UE avanza siempre de crisis en crisis", se consoló Chirac.
La tormentosa reunión entre ambos rompió la norma impuesta por el propio Chirac al primer ministro griego y presidente de turno de la UE, Costas Simitis. Consistía en que durante la cumbre, iniciada el jueves sólo unas horas después de lanzada la guerra (una palabra que no aparece en las 36 páginas de conclusiones, sólo dos y media de ellas dedicadas a Irak), los líderes obviaran sus discrepancias para hablar sólo del futuro. En una mesa dividida casi a partes iguales entre partidarios y opuestos a la guerra (ocho en contra, seis a favor y Suecia indefinido), no hubo ningún pronunciamiento público conjunto, al menos para lamentar la pérdida de vidas humanas, pese a las protestas de cientos de miles de personas contra la intervención militar.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, se salió del guión y culpó ayer a Francia de "la pérdida de credibilidad" de la ONU por haber amenazado con vetar la resolución de Washington, Londres y Madrid cuando, según su peregrino razonamiento, la guerra iba a estallar de cualquier manera y, por tanto, se pudo evitar poner en entredicho a Naciones Unidas.
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