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Carlos Núñez graba un disco con Alan Stivell y Jordi Savall

El artista vigués se centra en los sonidos tradicionales de Bretaña

Tres años de investigación y grabaciones ha dedicado el gaitero y flautista Carlos Núñez (Vigo, 1971) a dar forma a Almas de Fisterra, su cuarto trabajo discográfico. El artista más internacional de la música gallega ha centrado esta vez sus esfuerzos en los sonidos tradicionales de Bretaña, una de sus grandes pasiones secretas. Como invitados de excepción en este trabajo cuenta con Alan Stivell, Dan Ar Braz y Jordi Savall.

Frente a las costas noroccidentales francesas, vive Carlos Núñez desde el año 2000, "siempre de alquiler, para poder cambiar de paisaje cada pocos meses". Los bretones encarnan, según Núñez, "la vertiente más grandiosa y versallesca de la música celta".

Bretaña ha representado siempre el rincón menos explorado de las que algunos llaman Naciones Celtas, frente al sólido esplendor internacional del que gozan escoceses o irlandeses. Al aficionado le viene a la memoria el nombre de Alan Stivell, el gran revolucionario del arpa celta, o del guitarrista Dan Ar Braz, el cantante Gilles Servat o el gaitero Patrick Molard, todos ellos invitados de excepción en este trabajo. "En las islas han sabido trabajar mejor la faceta de la mercadotecnia, pero la música bretona encierra elementos que la hacen enormemente atractiva".

La pasión por Bretaña del autor de A irmandade das estrelas se remonta a la edad de 13 años, cuando debutó en el festival de Lorient, al frente de una gran orquesta sinfónica. "Aquellas tierras constituían el paraíso soñado. Allí tuvieron lugar mis primeros conciertos, pero también las primeras cervezas Guinness o las primeras muchachas. Frente a la modernidad cutre que imperaba en la España de los ochenta, en Bretaña descubrí la sensación de ser artista".

Y no sólo eso. Los músicos bretones invitaban a aprender de ellos, frente al atávico recelo de los instrumentistas tradicionales gallegos. "Aquí nadie quería enseñarte sus técnicas, sus trucos. En Bretaña te dejaban husmear, preguntar, acercarte. Allí aprendí afinaciones, escalas y mil cosas más. Y allí me presentaron a Paddy Moloney , el día que él celebraba su 50º cumpleaños con otras tantas pintas sobre la mesa".

Almas de Fisterra recupera, por lo demás, esa vocación temática de Carlos Núñez, muy presente en su controvertida fusión céltico-flamenca de Os amores libres (1999) y aparcada en el caso de Mayo longo (2000), un disco de aspiraciones radiofónicas que no agradó a los aficionados más apegados al folclor. Núñez defiende, pese a todo, la validez de sus diferentes formulaciones estéticas. "A estas alturas no necesito demostrar nada. Hacer un álbum para contentar a la crítica sería tan poco honesto como crearlo para satisfacción del director artístico de tu compañía discográfica. Me gustan los retos y me los planteo desde la sinceridad conmigo mismo. Y hay muchos Carlos Núñez distintos, igual que existen muchas Galicias".

El cuarto disco del vigués también incluye un estimulante dúo de flauta grave y viola de gamba (Ponthius et Sidoine) junto a Jordi Savall, registrado de madrugada en el monasterio gerundense de Sant Pere de Casserres, o una pieza grabada en el interior de las cuevas del Rey Cintolo, una gruta a las afueras de Mondoñedo (Lugo), a cuatro horas de camino por entre las entrañas de la tierra, lo que ya en su día fascinó grandemente a Álvaro Cunqueiro. "La música", proclama Carlos Núñez, "es un momento mágico que tres o cuatro micrófonos recogen para dar forma a un disco. Y éste quiere ser la antítesis de esa imagen artificial y plastificada de los cantantes de Operación Triunfo solos en el estudio, con los cascos puestos y un técnico apretando la regleta de la reverberación digital. Debemos volver a los discos imperfectos, a esos que transmiten amor y emoción".

Carlos Núñez.
Carlos Núñez.EFE
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