La historia sigue
Esto es un episodio. La cultura de una civilización en defensa de la vida y la Humanidad se rompe precisamente donde empezó, entre el Éufrates y el Tigris, donde los más ilusos creen que estaba el Paraíso y que empezó la desgracia de todos por una nimiedad, por un castigo absurdo, de un malvado dios inventado y venerado, porque Adán y Eva se comieron un símbolo de poder absoluto en forma de manzana. Aquella gente de disparate empezó a elaborar unos enfrentamientos y unas acumulaciones de riqueza robada de unos a otros; y una filosofía, un pensamiento, unas religiones y unas palabras que tendían a otra cosa. Si alguien cree que coincido con Marx cuando dice que la historia de la Humanidad es la de la lucha de clases, tendrá razón. Es la elaboración de unos pensamientos nuestros y la extensión de la base humana que los sostiene. En el siglo XX aún había tres imperios: desde hace un decenio, sólo hay uno.
Este que mata ahora como los anteriores, desde ese albor de la historia en Mesopotamia, no sólo ataca a las personas que han ido quedando en la base del hambre y la miseria para continuar su acumulación, sino que mata el pensamiento: sabe que es su enemigo. Bombardean en Irak no un país, no a veinte millones de personas, sino el pensamiento, la razón, la cultura, la lógica. Cuando la máscara inmóvil de Bush dice que su irrupción de bárbaros es la Libertad para Irak está matando el pensamiento, la fuente de vida que es la palabra; está atacando esas conquistas nutridas poco a poco que son la razón, la lógica; y las pongo con minúscula porque lo que fue divinizado es ya una propiedad de la base: cuando sale a la calle contra la guerra y contra los apocalípticos sujetos en quienes se han fundido desde César hasta Hitler, desde Atila hasta Stalin: y esa base es la encargada de que la historia siga. Un movimiento de lo que se piensa, se sabe, frente a la superstición y a las insignes idioteces que balbucean los bárbaros tecnificados.
La Bestia mata en el viejo rincón; después de haber extinguido pueblos y continentes. Quiere eliminar la razón y el pensamiento, quiere ser la dueña de la palabra, y la grita en sus senados y sus ágoras. Es un episodio: la vida continúa y sale a la calle: ha despertado de la flauta del encantador y le ve como es: burdo, sangriento, malo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.