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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ni indiferencia ni equidistancia

La declaración institucional de Aznar, posando como si fuera uno de los jefes de "la coalición", fue un alarde de cinismo. Tras contribuir a dinamitar la legalidad internacional, ahora dice apoyar su restablecimiento. La guerra y Bush son palabras cuidadosamente eliminadas de un discurso de siniestra inversión orwelliana del lenguaje. La paz es guerra, el agresor es el agredido, la legalidad su transgresión, la coalición la alianza de voluntarios sin cobertura de Naciones Unidas. Y quienes se oponen o dudan merecen la reconvención: "No hay espacio para la neutralidad, la indiferencia o la equidistancia". Que la sociedad española, mayoritariamente, y todos los partidos políticos salvo el PP estén en contra de esta guerra, no significa que sean neutrales, indiferentes o equidistantes. No lo eran en la elección entre la guerra y la frustrada posibilidad de desarmar a Irak pacíficamente; ni entre la libertad y Sadam Husein. La elección maniquea que subyace en la propaganda de Aznar entre Bush y Sadam es falsa. Como también lo es culpar a éste de la guerra por no haber abandonado el poder.

No es de sorprender que, ante la iniquidad de esta guerra, tantos ciudadanos, estudiantes en su mayoría,se lanzaran de forma espontánea a protestar en diversas ciudades españolas, como en tantas otras del mundo. Es un reflejo de una sociedad viva, sensible y sensata. En Madrid, la violenta carga de la policía contra algunos manifestantes ante el Congreso de los Diputados fue un penoso espectáculo, propio de otros tiempos autoritarios y no de los aires de libertad que se quieren impulsar para Irak.

La tarea humanitaria adjudicada a las Fuerzas Armadas españolas "es una misión honrosa e importante", como ha dicho Aznar, a pesar de que su salida ayer resultara casi vergonzante. Una prueba añadida de que el propio Gobierno entiende esa participación como una forma de convertir a España en país beligerante sin asumir los riesgos del combate. El envío de un barco hospital como gesto humanitario hubiera sido más creíble si el Gobierno hubiera mantenido antes una posición contraria a la guerra.

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Ni siquiera Silvio Berlusconi ha llegado tan lejos como Aznar en su alineamiento con Bush. En lo que Il Cavaliere ha calificado de "obra de arte diplomático", Italia se ha declarado "no beligerante" en esta guerra, pero solidaria con EE UU, aunque no le dejará usar las bases en suelo italiano para ataques directos contra Irak. En España, en cambio, y pese a la promesa de transparencia de Aznar, el Gobierno sigue ocultando qué autorizaciones ha concedido a EE UU para el uso de las bases españolas.

Aznar invoca ahora la "relevancia del Consejo de Seguridad", no para decidir acerca de la guerra, sino para la reconstrucción posterior de Irak. Es una visión meramente instrumental de Naciones Unidas y de la Unión Europea lo que ha llevado precisamente a promover su fractura y luego su posterior utilización como una institución humanitaria, políticamente marginable. El Consejo de la UE, reunido hoy en Bruselas, intentó al menos disimular sus heridas mirando a la posguerra y sobre todo a la puesta en marcha de un plan de paz en Oriente Próximo, aunque Bush está dejando que Israel reabra la hoja de ruta hacia la paz y un Estado palestino independiente, cuidadosamente elaborada por el Cuarteto (EE UU, la UE, la ONU y Rusia).

El Gobierno debería ahora esforzarse para que los Quince cerraran filas para evitar el absurdo ataque político y verbal de EE UU contra una Francia a la que tanto nos une y de la que mucho esperamos. Contribuiría a abrir un "espacio para la aproximación" que permita recuperar el futuro. Hoy, más que ayer, el mundo necesita un nuevo impulso europeo. La unipolaridad que se manifestó ayer asusta.

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