_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Rigola, director por pelotas

Tras demostrar de nuevo su habilidad jugando al golf, pero esta vez en el Teatre Lliure y con la cabeza de Lluís Pasqual a modo de pelotita, nuestros beneméritos políticos culturales se las deben prometer muy felices con un joven valor con el que, tal vez, aspiren ahora a cambiar hacia un deporte más baratito y poner su cabeza en juego a modo de bola de futbolín. Bueno. Mucho tendría que haber cambiado Àlex Rigola para haber olvidado que, en noviembre de 1997, no tuvo ningún reparo en aparecer en pelotas (ni de golf, ni de futbolín, sino más bien en cueros) para protestar por la falta de subvención al espectáculo que estaba a punto de reestrenar en el ya desaparecido teatro Adrià Gual (versión de El proceso kafkiano y título premonitorio de su futura carrera) y reclamar más atención por parte de las instituciones hacia los jóvenes creadores. En la foto, Rigola aparecía con sus gafas de gruesa montura negra, fumándose un puro, con calcetines blancos de tenis y el cartel de la obra tapándole las susodichas ahora en juego.

Rigola, y lo digo afectuosamente porque es un amigo, se parece bastante a esta foto. Es provocador pero también divertido, fuma puros y yo diría que lo hace en honor a Brecht, sabe mostrarse desarmado y, quizá por eso, es capaz de conseguir una adhesión incondicional por parte de quienes lo rodean y, para terminar, no se anda con chiquitas, porque su primera obra profesional (con 28 años) fue la adaptación de El proceso, de Kafka (1997), en la que intervinieron nada menos que 25 personas. Su segundo montaje fue un desastre, unas Troianes (1998) que la crítica machacó cruelmente pero que tenían el nada desdeñable valor de demostrar que Rigola no estaba dispuesto a ser necesariamente amable con el público.

Estos dos primeros montajes los estrenó en Sitges Teatre Internacional, festival dirigido entonces por Joan Ollé (su maestro y mentor), que le ofreció contra todo pronóstico nuevas oportunidades en el mismo festival donde, en 1999, presentó un excepcional montaje de La máquina d'aigua, de David Mamet, y en el 2000 un no menos logrado montaje de Un cop baix, del americano Richard Dresser. Con todo, fue Titus Andrònic, de Shakespeare -pieza que sólo pudo estrenar en el exilio del lejano teatro Zorrilla de Badalona bajo el paraguas del Grec 2000-, el montaje que le abrió a Rigola las puertas del Lliure del que ahora es director. Es en este punto donde acaba la prehistoria de Àlex Rigola y donde empieza su sorprendente (tal vez irresistible) ascensión.

Lo demás es ya bien conocido: Premio de la Crítica de Barcelona por el conjunto de los tres montajes presentados en la temporada 1999-2000; reestreno de Titus Andrònic en el viejo Lliure en uno de los momentos álgidos de la polémica, cuando la dimisión de Josep Montanyès; estreno en el Teatre Nacional de Catalunya de Les variaciones Goldberg, de George Tabori (enero de 2001); de Woyzeck,de Georg Büchner, en el Romea (junio 2001); inauguración teatral de la Sala Fabià Puigserver del nuevo Teatre Lliure con la obra de Alexei Xipenko, Suzuki I i II (diciembre de 2001); estreno de Ubú Rey, de Alfred Jarry, en el Teatro de la Abadía (marzo de 2002); y de Juli Cèsar, de Shakespeare, en el viejo Lliure de Gràcia (noviembre de 2002). Un puñado de obras con las que Rigola, en pocos años, ha pisado muchos de los mejores teatros de este país.

Como ocurre con algunos de los personajes de los shakespeares que ha montado, Rigola ha sabido hasta ahora salir airoso de situaciones conflictivas en las que siempre ha apoyado públicamente el espíritu creativo del viejo Lliure de la calle de Montseny. Desde la más que polémica apertura del Lliure de Montjuïc, Rigola se alineó con la línea pactista de Montanyès, al que viene a sustituir. Ciertamente, su nombramiento como director puede ser una simple maniobra de entretenimiento por parte de un puñado de políticos que aspiran a ser eternos. Pero puede ser también el punto de inflexión en la trayectoria francamente errática que, en los últimos años, ha seguido el entero ecosistema teatral barcelonés. En todo caso, mejor será que Rigola, en este momento, rememore los discursos de Marco Bruto y Marco Antonio ante el cadáver de Julio César y que saque las debidas consecuencias.

Lo que se le va a exigir es honestidad, generosidad, capacidad de articular una programación a la altura de la historia del Lliure y definir claramente la integración generacional a la que hasta ahora se ha negado la generación precedente. En todo caso, desde aquí le deseo que no tenga que salir del Gran Teatre Lliure con un cartelito detrás y otro delante para desafiar de nuevo a las instituciones que ahora, en una finta que ha dejado pasmado a más de uno, han decidido apoyarle.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Pablo Ley es crítico teatral.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_