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LA HORA DE LA GUERRA | Operación Libertad para Irak

Bush anuncia una guerra larga y difícil

El presidente de EE UU proclama desde el Despacho Oval el inicio de la operación

Enric González

"Nuestras fuerzas han empezado a bombardear objetivos seleccionados. Es la apertura de una campaña muy amplia". El presidente George W. Bush anunció esta mañana con estas palabras el inicio de la invasión de Irak. Con una alocución de apenas cuatro minutos, efectuada desde el Despacho Oval de la Casa Blanca, Bush advirtió a los estadounidenses de que la guerra "podría ser más larga y difícil de lo que algunos predicen". Y añadió que la única forma de limitar la duración del conflicto sería "utilizar una fuerza decisiva". "No se hará nada a medias", prometió el presidente de EE UU.

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Bush dijo que más de 35 países forman parte de una coalición cuyo único objetivo consiste en eliminar una amenaza y devolver la libertad a un pueblo. "No tenemos ninguna otra ambición en Irak", dijo el presidente de Estados Unidos. También acusó a Sadam Husein de haber desplegado tropas y armamento en zonas civiles, en lo que calificó de "la atrocidad final del dictador contra su propio pueblo". De esta forma, el presidente anunció el comienzo de una guerra iniciada un poco menos de dos horas después de que concluyera el ultimátum de dos días planteado por la Casa Blanca a Sadam Husein para que abandonara Irak y rindiera su ejército. A las dos de la mañana, dos días antes, había concedido a Sadam Husein y su familia 48 horas para entregar el poder o afrontar la guerra. El ataque, empezó así, con total precisión.

Tanto la hora del discurso del Bush, relativamente tardía, como las circunstancias en que se produjeron los ataques iniciales, aparentemente puntuales y sin preludio de una campaña de bombardeos y asaltos terrestres que podría tardar aún horas o incluso días, desconcertaron al público estadounidense, convencido previamente de que el arranque bélico sería fulminante. Bush se cuidó de insistir una vez más en que su Ejército haría "todos los esfuerzos posibles" para evitar daños a civiles y para captar el apoyo de los iraquíes desde el primer momento. "Todos comprobarán la decencia de espíritu del Ejército de los Estados Unidos", afirmó el presidente.

El presidente de EE UU, George W. Bush, había cumplido horas antes el trámite de notificar por escrito al Congreso las razones que le impelían a declarar la guerra. Ya en las últimas horas del ultimátum, todo estaba listo para el ataque. El conflicto debería ser breve, según la Casa Blanca, pero los estadounidenses debían prepararse para afrontar "la pérdida de vidas" y una campaña que podría prolongarse "por los imponderables" de la acción militar. El inicio de "la última guerra de Irak", en palabras de Sadam Husein, ya había quedado sólo pendiente del viento, la arena y el momento que eligiera el general Tommy Franks.

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En su carta al Congreso, Bush esgrimió los habituales argumentos sobre la seguridad de Estados Unidos, los vínculos (nunca probados) de Sadam Husein con la organización terrorista Al Qaeda y la incapacidad de la diplomacia para imponer el cumplimiento de las resoluciones de la ONU. Pero añadió uno nuevo. "El personal del Gobierno de Estados Unidos desplazado a Irak podría descubrir información, a través de documentos del Gobierno iraquí y de interrogatorios a los altos cargos de la Administración, que facilitara la identificación de personas vinculadas a organizaciones terroristas actualmente en Estados Unidos y en el extranjero", escribió el presidente a los parlamentarios de su país.

George W. Bush no parecía albergar ninguna duda sobre la legalidad de su decisión. Según él, "el presidente de Estados Unidos tiene la autoridad, o incluso, dados los peligros, el deber, de utilizar la fuerza contra Irak". Por la mañana, Bush se reunió con su Gabinete de guerra, compuesto por los principales miembros de su Ejecutivo, el vicepresidente Dick Cheney y la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, y telefoneó a su principal aliado, el primer ministro británico Tony Blair.El portavoz presidencial, Ari Fleischer, no quiso especular sobre sobre el momento exacto en que comenzaría el ataque, posible desde el momento en que oncluyó, a las 2 de la madrugada de hoy (hora peninsular española), el plazo de 48 horas ofrecido a Sadam Husein para exiliarse y rendir su Ejército. Diversas fuentes oficiales sugirieron, sin embargo, que la guerra podría retrasarse horas o días, y recordaron que la ofensiva sobre Afganistán empezó 17 días después de que terminara el ultimátum a los talibanes. Esas mismas fuentes comentaron que al general Tommy Franks podría convenirle agudizar la tensión en las defensas de Irak, añadiendo un poco más de espera. El portavoz Fleischer insistió en que, pese al anuncio del Pentágono de que la guerra arrancaría con un bombardeo largo y durísimo, dirigido a "impresionar y abrumar" a los generales iraquíes, la fuerza expedicionaria estadounidense haría todo lo posible por reducir al mínimo el número de muertos civiles. "Cuando estamos al borde de la guerra contra Irak", dijo, "los estadounidenses deben prepararse para un conflicto que esperamos sea breve y preciso, pero que muchos imponderables podrían convertir en un asunto de cierta duración, y prepararse para la pérdida de vidas". Fleischer admitió que no existía señal alguna de que el presidente iraquí pensara abandonar su país. "A las ocho en punto de esta noche", añadió, refiriéndose a la franja horaria de la costa oriental de EE UU, "sabremos si Sadam Husein ha cometido su último acto de desafío".

El presidente George Bush habla al pueblo estadounidense desde el Despacho Oval
El presidente George Bush habla al pueblo estadounidense desde el Despacho OvalREUTERS

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