Riéndose del terror
Bilbaíno de 1965, licenciado en Filosofía en la Universidad de Deusto, se dedicó pronto a dibujar cómics (para la revista Trokola y algunos periódicos) en los que daba libertad a su gusto por los géneros de terror y ciencia-ficción. Con guión de su asiduo colaborador Jorge Guerricaechevarría, realizó el corto Mirindas asesinas (1991), cuyo éxito animó a Pedro Almodóvar a producirle su primer largo, Acción mutante (1993). A pesar del millón de espectadores que convocó la película no le fue posible la realización de su siguiente proyecto, Yo quiero tener un millón de amigos, al parecer por demasiado caro. El día de la bestia (1995), su segundo largo, se convirtió, junto con Two much, de Fernando Trueba, en el mayor éxito económico de aquel año.
Animados tanto él como el productor Andrés Vicente Gómez se embarcaron en la aventura americana de Perdita Durango (1998), según la novela de Barry Gifford. El mundo de la santería, mezclado con su sarcasmo y humor negro, no produjo los resultados esperados. Desanimado ante la dificultad para llevar a buen puerto su proyecto sobre Fu-Manchú, dirigió entonces una comedia ácida, Muertos de risa (1999), sobre la triste vida de dos cómicos que se odian (Santiago Segura y El Gran Wyoming) en la que de nuevo surgía la violencia como tema ("La vida no digo que sea violenta, pero es dura; lo que dudo es que sea romántica", explicó el autor a Carlos F. Heredero), y también su ironía sobre la televisión, a la que había aludido en películas anteriores.
A continuación dirigió La comunidad (2000), por la que recibió numerosos premios, especialmente su actriz principal, Carmen Maura, y 800 balas (2002), incursión crítica y nostálgica en el spaghetti western, y en la que decide intervenir en calidad, también, de productor, además de coguionista y realizador. Mientras tanto, ha rechazado diversas propuestas para rodar en Hollywood.
Babelia
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