Gracias al Samur y a la Policía Municipal
El día 7, mi hijo Adrián, de 15 años, pasó por una experiencia desagradable que le marcará para el resto de su vida. Iba con un amigo a coger el metro en Atocha y se apoyó casualmente en una cabina, se abrió la puerta sola y, sin pensárselo, entraron por curiosidad a mirar, fue cuestión de segundos, ya que iban al cine. El caso es que aparecieron los guardias de seguridad del metro; el amigo salió corriendo, pero él, confiado, se quedó quieto esperando una regañina.
Cuál fue su sorpresa cuando rápidamente uno de los guardias le retorció un brazo, le puso las esposas empujándole contra la pared del andén, y, por último, le metieron en un cuartillo de seguridad donde se quedó uno con él mientras el otro se iba a la taquilla para invalidarle el abono de transporte.
En ese carnet, aparte del bono, llevaba dinero que le desapareció, pero eso es lo de menos. En ese cuarto leyó carteles del estilo "la seguridad con sangre entra..." y otros del mismo estilo, lo que le provocó un ataque de pánico que le hizo perder el conocimiento, parársele el pulso y agarrotarle los miembros, por lo que el guardia que estaba con él, asustado, llamó al otro, le sacaron al andén y un médico que estaba por allí les recomendó llamar al Samur.
A todo esto, cuando le vieron reaccionar un poco, le invitaron a salir corriendo cogiendo el próximo metro y olvidarse del tema, pero él prefirió quedarse, dado que se encontraba completamente paralizado.
El Samur apareció y no le encontraban ni el pulso; le reanimaron del ahogo y paralización que tenía. Llegó la Policía Municipal, siempre presente cuando el Samur hace acto de presencia, y ellos al final se hicieron cargo de mi hijo. Lo llevaron a casa, incluso después de haber terminado su jornada laboral; localizaron a sus padres, tranquilizándole en todo momento. Los agentes mismos calificaron la acción de mi hijo como de chiquillada sin consecuencias.
Nunca podré agradecérselo lo suficiente, ante la situación de impotencia y desesperación en la que se vio envuelto mi hijo.
Éstos son verdaderos agentes de la autoridad que saben perfectamente distinguir entre la delincuencia real y la que no lo es, sin medios tan expeditivos y desproporcionados ante un niño de 15 años indefenso y que da la cara ingenuamente. Gracias a ellos, de todo corazón.
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