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Columna
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Preguntas sobre TVV

No hay, al parecer, y aunque se le estén buscando los tres pies al gato, obstáculo o impedimento jurídico alguno para que se privatice la gestión de Canal Nou. Punt 2 y la radio autonómica se salvan de la quema, de momento al menos. Las áreas de producción, informativos y publicidad serán ofrecidas al mercado, como se sabe, tan pronto el director general del Ente haya elaborado las bases del concurso, tarea a la que se aplica para ganarse el sueldo. Resignados a la fatalidad, solo cabe esperar y conjeturar acerca del modo y desenlace de la maniobra, que aseguran inminente. A partir de aquí, no faltan preguntas.

Y la primera, por cierto, apuntaría al cuándo, que las fuentes oficiosas, tan prudentes en todo trance, condicionan a la conclusión de las aludidas bases, que puede anticiparse o no a las elecciones de mayo. Claro está que tampoco habría de desvelarnos tal extremo porque, sea quien fuere el o los adjudicatarios, resulta impensable que en un pis-pas se cambiase el tono y el tino habitual de la información. Al fin y al cabo, todos los altos cargos actuales permanecerán en sus puestos para garantizar que nada ni nadie se desmande y se cumpla la letra de los acuerdos obligatoriamente ceñidos a la Ley de Creación de Radiotelevisión Valenciana. Como ahora, obviamente, pero ya se ha constatado qué interpretación se ha hecho del referido texto legal.

En relación a los demás contenidos se predica que quedará garantizado un mínimo de calidad. ¿Y a quién incumbirá tan plausible labor, inédita en esa casa y a la luz de los órganos establecidos? La experiencia nos delata que el criterio de calidad al uso es el que decanta la audiencia, lo que lleva de suyo al cultivo de las Tómbolas y productos semejantes. Pero no es justo predeterminar la ejecutoria de los futuros adjudicatarios por más que nos aceche el pesimismo. Igual surgen unas empresas admirables y acaban por apuntillar definitivamente la gestión pública, invalidando así las reservas y reivindicaciones de los opuestos a esta novedosa fórmula. A esperar, pues.

En el apartado de los costes, esto es, del ahorro, se da por sentado que TVV saldrá ganando. Los nuevos gestores, es un decir, habrán de acomodarse a un presupuesto cerrado, corriendo de su cuenta los excesos o despilfarros que hoy por hoy asumimos los contribuyentes. Nos preguntamos por qué no se ha observado esta disciplina administrativa mientras rige la gestión pública. Pregunta irrisoria habida cuenta del descrédito al que unos y otros la han abocado. Lo que mola es la privatización a toda pastilla. Y las economías previstas nos remiten a la calidad, que acaso se encoja más todavía si, encima, ha de rendir dividendos.

¿Y qué pasará con la industria valenciana del audiovisual? Si después de tres lustros no se le ha propiciado la solidez esperada, ¿habremos de confiar en el amparo prodigioso de los nuevos gestores? La respuesta no ha de tardar, y menos tardaría si ya se supiera quiénes son los novios que pujan por la mano de la dama. Pero de eso no se sabe -y por supuesto no se dice- una palabra. Como tampoco está claro quién lleva en este asunto el palo de la gaita. ¿Se decide aquí el destino de TVV o, como barruntamos, nos vendrá servido desde Madrid? Hoy más que nunca la política valenciana pasa por ese meridiano.

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