_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

San Patricio 2003

Quería escribir sobre la llegada de la primavera, sobre el milagro del renovado empuje de marzo, máxime en estas tierras del Sur, pero el hombre del bigote y su piña de incondicionales me tienen angustiado y uno sólo puede pensar en la guerra y el inmenso daño que va a hacer a España, sobre todo en sus relaciones con los países musulmanes. ¡Qué falta de prudencia!

Resulta que el 17 de marzo es la fiesta de san Patricio, patrono de Irlanda, uno de esos inútiles pequeños países que, según Aznar, no cuentan para nada en el concierto de las naciones. Pero varios presidentes de Estados Unidos han sido de procedencia irlandesa, hay millones de irlandeses allí y cada año, en Nueva York, se celebra el 17 de marzo, por todo lo alto, con un desfile tan multitudinario como alegre. A mí me parece una descortesía haber elegido tal fecha para el inicio de una intervención bélica rechazada masivamente por los hijos y las hijas del verde Erin.

San Patricio es una figura de cierto atractivo. Echó a las serpientes de Irlanda, sin hacerles daño (se supone que podía haberlas matado), y les prohibió volver: nunca lo han hecho. Utilizó el trébol -Trifolium minus- para enseñar la doctrina de la Trinidad, y por ello esta planta es el emblema nacional del país, figura en mil canciones y se lleva en la solapa el 17 de marzo. Irlanda, pese a Aznar, ha dado mucho al mundo, sobre todo mucha literatura. Nunca tuvo imperio pero sufrió en sus propias carnes, y tanto, el imperialismo británico. Los irlandeses han quitado de su Magna Carta las cláusulas en las cuales se reivindicaba la reincorporación del Ulster: un gesto de extraordinaria magnanimidad. Merecían que san Patricio no fuera el santo en cuya fiesta los yanquis y los británicos se van a ir a la guerra, justamente en momentos en que, de acuerdo con los inspectores, el desarme de Irak está progresando a un ritmo aceptable.

En su excelente Guía de la Alpujarra (Caja de Granada) Eduardo Castro nos recuerda que, por una extraña casualidad, san Patricio es el patrón de la localidad granadina de Albuñol, hecho debido al naufragio en la cercana costa de un barco de fugitivos irlandeses que, así parece, huían de la persecución religiosa impuesta en su isla por los ingleses. En la playa fue encontrada una imagen del santo, y los albuñoleros, tal vez viendo en ello un designio divino, además de sentir piedad por aquellos desafortunados ahogados, la adoptaron como cosa suya. Castro señala que el 17 de marzo la fiesta patronal se celebra con una comida popular en la plaza, "a base de migas, sardinas y vino de la tierra". Luego se saca el santo en procesión, y ello con un rasgo simpático, ya que acompaña la imagen del patrón la de san José, quien corresponde dos días después compartiendo con Patricio su propio desfile. Este 17 de marzo el día de san Patricio va a ser deslucido, tanto en la propia Irlanda como en Nueva York y Albuñol, por el inicio de una ofensiva bélica de consecuencias imprevisibles. Conociendo como conozco a los irlandeses, gente peleona, no me sorprendería que en Nueva York hubiera hule. Veremos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_