Donde la Iglesia se moja
Mozambique necesita la ayuda del profesorado religioso para reconstruir la educación
Mozambique ejemplifica los sobrehumanos problemas educativos que afrontan los países africanos. Según el Banco Mundial, Mozambique invierte un 6% de su PIB en educación. Los porcentajes nada significan in situ: la escuela primaria es gratuita, pero el acceso a la secundaria es una montaña insalvable, porque apenas hay escuelas secundarias edificadas.
País de 18 millones de habitantes (sida, más de un 10%; renta per cápita, 210 euros), empezaba a recuperarse de la terrible guerra colonial y poscolonial -la paz llegó en octubre de 1992- y de la sequía y hambruna de 1999, pero en febrero de 2000 quedó asolado por las inundaciones: ante las fuertes lluvias, la vecina Suráfrica abrió las compuertas de sus pantanos (tenía agua para cinco años) y Mozambique quedó borrado de la faz de la Tierra. Un viaje para acompañar proyectos de Manos Unidas permite al periodista contemplar inmensas zonas aún anegadas y un sinfín de asentamientos precarios en los que los afectados han sido instalados.
El Gobierno ha enmendado muchos errores en el terreno de la educación. En un principio, el partido marxista Frelimo (hoy aún en el poder, ya reconvertido a la socialdemocracia y refrendado en las urnas) nacionalizó las propiedades de la Iglesia, entre ellas los colegios. El país se encontró sin profesorado: el colonialismo portugués no había permitido a los mozambiqueños cursar más allá de cuatro años de primaria, y ése fue todo el bagaje de los primeros maestros de la independencia en 1975. Ahora el Gobierno colabora estrechamente con la Iglesia en educación. Aporta profesores, suelo, lo que puede. Pero sin las misiones sería el colapso.
Un ejemplo brillante son la Escuela Primaria Reina Sofía y el Lar (secundaria) San José de Lhanguene, en Maputo, regentadas por los padres salesianos. Doña Sofía inauguró la primera en 1998. "Cuando yo llegué en 1990", recuerda el salesiano Jesús Verdugo, "las instalaciones existían, pero tras el abandono impuesto políticamente todo estaba como sigue estando el 80% de las escuelas: sin pupitres, alguna puerta con suerte, con goteras, sin ventanas, sin luz".
Nada que ver con la espaciosidad de ahora. Aunque subsisten las dificultades: el gran número de alumnos obliga al sistema educativo mozambiqueño a dar clases en tres turnos: de 6.30 a 10.15, de 10.30 a 13.45 y de 14.00 a 15.30. La Reina Sofía cuenta con 2.000 alumnos (la enseñanza es mixta, y en las ciudades, un 52% de escolares son chicas), y el Lar San José, 650, de los que 300 hacen formación profesional, como carpintería, ebanistería o costura.
La docencia sigue sin ser un buen camino para la economía. El Gobierno paga 40 euros a los maestros y 60 a los licenciados. "Aquí no podemos pagarles más, pero los profesores tienen una sala y servicios, con lo que de algún modo queremos que vean que estimamos su trabajo", dice Verdugo.
Lhangueme se yergue esperanzador: como su propia iglesia, que cuando las inundaciones de febrero de 2000 se llevaron el barrio por delante fue un refugio, por haber sido edificada unos metros por encima del nivel de la calle, para una multitud de ciudadanos.
"La misión existe desde 1892", recapitula Verdugo. "Siempre los salesianos hemos unido evangelización, hospitales, escuelas, talleres. Seguimos haciéndolo". Y muestra unas casas enfrente del templo. "Eran propiedad de la misión, que las alquilaba para sufragar sus servicios".
Los salesianos, y sus vecinas las franciscanas hospitalarias, son conscientes de que la Iglesia debe jugar un papel en el futuro a medio plazo de Mozambique. "Hubo años duros tras la independencia", dice la hermana Susana Custodio. "Algunas fuimos obligadas a trabajar en el campo, pero comprendimos que era mejor no quejarse, sino brindar toda nuestra colaboración. Sabíamos que si actuábamos con paciencia y sin crispación las autoridades acabarían por comprender que todos vamos en el mismo barco".
Luz y taquígrafos
El país africano y su sector educativo tienen aún problemas de corrupción. A veces un profesor exige dinero a los alumnos por matriculación o, en el caso de alumnas, solicita favores sexuales. Lo mismo ocurre a la hora de las notas.
"La televisión podría ser una herramienta para las escuelas", dicen los parroquianos del bar Real Madrid, en la carretera Maputo-Johanesburgo. Ese sentimiento lo comparten millones de ciudadanos, tras haber asistido, asombrados por la transparencia, a las sesiones en directo del juicio por el asesinato en 2000 del periodista Carlos Cardoso, que investigaba las tramas de corrupción y mafia. El proceso llegó a implicar a Nyampine Chissano, el hijo del presidente, aunque no fue condenado. La tele fue aula de democracia.
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