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Crónica:AUTOMOVILISMO | Gran Premio de Australia de fórmula 1
Crónica
Texto informativo con interpretación

Schumacher se baja del podio

El alemán no pasa del cuarto puesto, Coulthard gana, y Alonso acaba séptimo tras ir segundo

En una prueba maravillosa, que a ratos fue un puro alboroto, donde se vieron momentos que parecían olvidados (algunos de ellos protagonizados por un enorme Fernando Alonso), en la que se produjeron adelantamientos imposibles y errores impensables -el de Montoya le costó el triunfo-, la fórmula 1 volvió a ser en Australia lo que nunca debió dejar de ser: un deporte apasionante. Pronto es para concluir que las nuevas reglas pueden poner del revés la competición, pero, por lo visto ayer en el circuito Albert Park (Melbourne), esas medidas de choque han conseguido acabar con el sopor que invadía cada prueba, con Michael Schumacher y Ferrari haciendo y deshaciendo a su antojo.

No ganó ayer Schumacher, lo que por sí solo resulta un notición. Tampoco fue segundo. Ni tercero. Hasta la cuarta plaza hay que descender para encontrar su nombre. 23 carreras después, desde que en julio de 2001 abandonara en el Gran Premio de EE UU, Schumacher se quedó sin subir al podio. Aún es más: el pentacampeón llevaba 896 días liderando el Mundial. Se acabó.

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La carrera la ganó el británico David Coulthard. Fue un día de fiesta para McLaren, que colocó a su otro piloto, el finlandés Kimi Raikkonen, en el tercer cajón. Entre ambos se hizo un hueco el colombiano Juan Pablo Montoya (Williams), que se quedó sin un triunfo cantado a 10 vueltas del final al hacer un trompo. Nadie de Ferrari subió al podio -el brasileño Rubens Barrichello había destrozado el coche en la quinta vuelta-, un hecho que no se producía desde la prehistoria, concretamente desde septiembre de 1999, hace ya 53 grandes premios.

La prueba de ayer, fantástica, no hizo sin reafirmar todas las expectativas levantadas en torno a Fernando Alonso, que protagonizó momentos memorables. El de la salida, por ejemplo, que no era cuestión de esperar. Alonso tomó la primera curva por la parte de dentro, la más difícil, y el apelotonamiento de coches hizo que se saliera de la pista, lo que no impidió que llegara a la recta en el octavo puesto cuando había salido décimo. Pero no se quedó ahí el español, que empezó a rebasar rivales hasta colocarse tercero, por detrás de Schumacher y Montoya. Así estaba el patio cuando en la séptima vuelta Schumacher decidió acudir a los boxes a cambiar los neumáticos -Ferrari, en un error garrafal, habóa optado por utilizar gomas para suelo mojado cuando no caía una gota-. Alonso era segundo. Nunca un español se había visto en una así.

Entre las apariciones de los coches de seguridad y el momento elegido para los repostajes, Alonso perdió y recuperó posiciones. El piloto español llegó a recobrar la cuarta plaza tras varios adelantamientos, pero tras su último repostaje regresó séptimo a la carrera. Lo hizo cuando Schumacher ya había superado a Raikkonen.

Y entonces, se produjo un hecho inusual cuando de un Ferrari se trata y a sus mandos está el más grande. Una pieza se desprendió y durante varios kilómetros Schumacher la fue arrastrando. El alemán intentó que se desenganchara pero acabó visitando el taller. Montoya pasó entonces a ser primero, pero la pifió de mala manera y se estrelló contra la protección. Quedó el camino expedito para Coulthard, que se mantenía a la expectativa por si algo caía, y vaya si le cayó, y que aguantó las andanadas del colombiano, como Raikkonen aguantó las de Schumacher, que se quedó sin podio en una carrera magnífica, delirante, tan distinta a los desfiles acostumbrados. Una carrera que, aun con toda la cautela del mundo, permite suponer que a Ferrari le será complicado sacar el rodillo. Una carrera, en fin, que dispara las posibilidades de Fernando Alonso, un piloto sensacional, un caradura al volante, uno de los culpables de que ayer, en Australia, se viera una carrera de fórmula 1, no una procesión.

Montoya, Coulthard y Raikkonen, en el podio
Montoya, Coulthard y Raikkonen, en el podioREUTERS

Alonso: "La mejor carrera de mi vida"

A las 14.15 del domingo (6.15 en España), Fernando Alonso, de 21 años, natural de Oviedo, colocaba su Renault detrás del Williams del colombiano Juan Pablo Montoya y alcanzaba la segunda plaza de la carrera, una posición jamás ocupada por un piloto español.

Pero entonces, el brasileño Christiano da Matta, debutante con Toyota, resbalaba, dejaba su vehículo en medio de la pista y obligaba a entrar al coche de seguridad para poner al pelotón en fila india mientras se limpiaba el accidentado tramo de pista. En ese momento, aprovechando que todos los pilotos iban juntos, Renault decidió que Alonso entrara en boxes a repostar. No hizo lo mismo con su otro corredor, Trulli, que por entonces iba tercero. El caso es que Alonso volvió en último lugar.

"El coche se comportaba perfectamente", se lamentó luego Alonso, "y me encontraba disfrutando del pilotaje, cada vez más crecido. Parecía que nada podría detenerme e iba a por el primero (Montoya) y lo tenía ya en el punto de mira, cuando sacaron el coche de seguridad. Creo que he hecho la mejor carrera de mi vida. En las primeras vueltas el coche iba muy muy bien, adelantaba por fuera, por dentro, en las frenadas, en las rectas. Tenía una sensación fantástica y no quería pararme. Pero..."

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