_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lisístrata

Las mujeres kuwaitíes, que no pueden votar, fueron las primeras en manifestarse en la calle contra la invasión de Irak en 1990. (Ni Irán, ni Arabia Saudí: nadie reconoce más igualdad entre hombres y mujeres que Sadam. No otorgará automáticamente carta de demócrata, pero tampoco avala ataques en nuestro nombre). Maite Larrauri presentaba su libro sobre la guerra y Simone Weil poco antes de que ayer mismo nos hayamos vuelto a manifestar por la paz "porque pensamos un mundo distinto".

No es que falten mujeres belicosas y hasta genocidas, como confirman la Historia pasada y reciente. Y sicarias, que consienten la agresión y no respaldan la causa común pero sí las paellas, comprando votos para sus señoritos. Pero en general este nuestro venturoso déficit de "sentido del honor", como dice mi amiga Emilia Bolinches, nos impide compartir la manera machorra, el estilo miles gloriosus de entender las relaciones humanas, tan apegadas como estamos a las "pequeñas" cosas que sostienen la vida. Por eso palestinas e israelíes pueden dialogar civilizadamente. Por eso Mujeres de Negro, desde Belgrado hasta Valencia, se han ganado a fuerza de coherencia y coraje tanto respeto y credibilidad.

Alexandra Bochetti veía por televisión los bombardeos de Beirut y entre los escombros descubría con frecuencia a una mujer que sacudía una alfombra o que escurría un trapo y "ese gesto testarudo, absurdo, me llena de rabia y me conmueve hasta las lágrimas. Las mujeres han estado empeñadas en una lucha cotidiana por la limpieza del mundo y por impedir el deterioro. Esto, como dice Hannah Arendt, tiene muy poco en común con gestas heroicas. Reparar cada día los daños del día anterior no es un signo de valentía sino de paciencia. Sin embargo, ese trabajo ha permitido la historia".

Mientras redoblan los tambores, a iniciativa de norteamericanas se representa en diversas ciudades Lisístrata, la obra en que Aristófanes relataba la huelga de sexo caído con que desarmaron a los guerreros aquellas atenienses protopacifistas hastiadas de plañir.

Han pasado 25 siglos y muchas matanzas. Pero hemos de seguir creyendo que otro mundo es posible.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_