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Crítica:CRÍTICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En el punto justo

En todas sus comparecencias ante el público del Palau, André Previn ha sabido actuar como un músico preciso y equilibrado que sabe nivelar la necesidad de un fraseo expresivo con las del ajuste métrico y la belleza sonora. Esa faceta de ponderación que, en su caso, no está teñida de frialdad, se advierte también -y hace muy poco hubo ocasión de comprobarlo- cuando se enfrenta al piano.

El pasado martes, de nuevo, Previn se situó en el punto justo. La Segunda Sinfonía de Dutilleux tuvo en el músico alemán al traductor ideal, que hizo "volar" a la orquesta cuando era necesario (por ejemplo, en el tercer movimiento), pero que también le impuso una buena dosis de elegancia sonora. Elegancia que no sólo cuadra con la música del francés, sino que lo sitúa, pese a no buscarlo, en la línea de casi todos los grandes compositores de su país. Lo anterior no hizo olvidar a Previn, sin embargo, la voluntad sinfónica de Dutilleux, y trabajó para ello en la clarificación de las líneas estructurales de todos los movimientos. Fue destacable el carácter calmo (y a la vez tenso) que le dio al segundo de ellos. La Oslo Philharmonic respondió a sus indicaciones -siempre precisas, siempre eficaces, siempre discretas- con un ajuste ejemplar, unas gradaciones dinámicas impecables y un fraseo rico en matices.

André Previn

Dirigiendo a la Filarmónica de Oslo, con obras de Dutilleux y Rachmáninov. Palau de la Música. Valencia, 4 de marzo de 2003.

De Rachmáninov se hizo también la Segunda Sinfonía. El equilibrio de Previn le impidió reprimir las andanadas hiperrománticas del ruso (hubiera sido como desnaturalizarlo), pero contribuyó, posiblemente, a no estimularlas. Los solos -de un melancólico corno inglés en el primer movimiento, por ejemplo, o de un clarinete en el tercero- se integraron o surgieron del tutti orquestal con una plasticidad tremenda. La intervención de las cuatro trompas, en el Scherzo, fue también memorable: todo ello enmarcado en el intento de no pasarse en nada, y, al mismo tiempo, no quedarse corto.

Es una lástima que el talento de la batuta no se aplicara sobre obras con un interés mayor, aunque la de Dutilleux tenía, al menos, el atractivo de la novedad. Esta Sinfonía, delicada y muy bien construida, avanza por caminos bastante trillados ya en la fecha de su composición. Por otra parte, el carácter de "doble" o espejo que han de trazar entre sí el primer círculo de instrumentos y el resto de la orquesta, no resulta siempre de fácil percepción para el oyente. Rachmáninov, por su lado, le da al op. 27 una duración poco acorde con la capacidad para desarrollar el material. Quizás por eso, en el último movimiento, y a pesar de la excelente dirección de Previn, se tiene la sensación de estar dando vueltas por el mismo sitio sin llegar a ninguna parte.

No hubo bises, pero el público del anfiteatro se consoló contemplando de cerca a la esposa del director, la famosísima Anne-Sophie Mutter, que asistió desde allí al concierto. Sin soltar ni un minuto, desde luego, su enfundado y precioso violín.

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