Una educativa experiencia

Entre noviembre de 1998 y finales de 2000, dos jóvenes hombres de negocios (Tuzman y Herman) crearon desde la nada una empresa ".com", GovWorks Inc., con la cual, aprovechando la oleada de inversión que se produjo a raíz de la irrupción de las nuevas tecnologías anexas a Internet, lograron una impresionante, multimillonaria capitalización, que les llevó de ser un puñado de ilusionados a contar con oficinas en varios Estados americanos y una plantilla de 250 personas, para caer abruptamente, a comienzos de 2001, en la recesión que se llevó por delante a tantos miles de empresas de ese género.

Pero a diferencia de otras marcas efímeras, la de Tuzman y Herman contó con dos excepcionales notarias, las cineastas Jehane Noujaim y Chris Hegedus, que con el apoyo del marido de la segunda, el famoso documentalista D. A. Pennebaker, levantaron acta, durante meses, de muchas cosas. Una, de cómo una buena idea (en este caso, el software necesario para cobrar impuestos municipales a través de Internet) puede hacer millonario, y en tiempo récord, a quien logre sacarla adelante. Otra, que el mundo de los negocios sigue siendo tan inclemente como siempre, y quien esté dispuesto a jugar en él debe estarlo a perder amistades, ilusiones, confortables seguridades. Y otra, que nadie sale indemne de experiencias de este tipo.

Narrada a un ritmo constante, con un interés que jamás decae y con unos participantes que parecen casi actores (Tuzman, sobre todo), Startup.com se antoja la crónica viva de nuestro capitalismo contemporáneo. Como si Honoré de Balzac hubiese cambiado la pluma por una nerviosa, apasionada cámara digital para contar el nacimiento de algo que todavía no sabemos bien adónde conduce, pero que no dejará incólume ningún aspecto de nuestro mundo.