Sonrojos éticos
Según nos informan en Lecciones de la batalla (3 de marzo de 2003), un grupo de escritores euskaldunes han sentido vergüenza ajena tanto al oír que el cierre de Egunkaria es "terrorismo de Estado", como ante otros conciudadanos que "cometen sin sonrojo alguno la aberración ética de imputar a la máxima autoridad democrática vasca la responsabilidad de un asesinato político". Y luego los firmantes se lamentan de que a quienes se sonrojan tan imparcialmente como ellos les acusan de equidistantes los "profetas de absolutos". Ya se sabe lo malpensados que son los profetas, pero la verdad es que los dos casos que contraponen distan mucho de ser del mismo calibre. El cierre judicial de un periódico puede ser un error o un abuso, pero no, desde luego, terrorismo en ninguno de sus estados. Ahí está clara la majadería sectaria. En cambio, pedir responsabilidades a los gobernantes por no hacer lo suficiente contra los asesinos terroristas y sus cómplices ideológicos, oponiéndose a medidas legales o políticas enérgicas, es algo por lo menos razonable y, desde luego, en modo alguno aberrante éticamente. ¿O es que no han escuchado a la familia del último asesinado? Incluso cuando la vergüenza que se siente es ajena, hay que tener criterio.
A muchos nos hubiera gustado que, puestos ya a sonrojarse sin sonrojo, los firmantes hubieran expresado vergüenza propia por no haber hecho pública una queja como la de ahora ante tantas manipulaciones educativas, teleprogramas infantiles, maniqueos, korrikas, kili-kilis o bertsos escandalosos (de los que, sin duda, algo sabe Joserra Garzia) que, a lo largo de los años, han ido cimentando la falsa asimilación entre euskera y nacionalismo radical. La denuncia de los escritores euskaldunes hubiera sido decisiva y mucho más escuchada que las que hemos tenido que hacer los demás; sin embargo, no llegó... hasta ahora. Por lo visto, para no ser patriota de los de bandería, sino sólo de la libertad, hay que tener cuidado con equilibrar bien los bochornos, no vaya a ser que se ponga uno rojo y los demás te vean rojo y gualda.
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