AVE y terrorismo
Hace bastantes meses un ingeniero profesionalmente bien relacionado con los temas ferroviarios y muy introducido en las diversas administraciones españolas me explicaba los desastres que se detectaban y se avecinaban en la construcción del AVE entre Zaragoza y Lleida. Me contaba como las prisas impuestas por el Ministerio y las amenazas de graves penalizaciones para ajustarse a los calendarios de la propaganda electoralista obligaban a una pésima y, por lo tanto, peligrosísima organización de los trabajos. La consecuencia inmediata, me decía, era la cantidad de accidentes mortales que ya se habían producido y que seguramente aumentarían en los próximos meses si no se imponía una nueva organización, para evitar la ignorancia técnica de las presiones ministeriales. Al drama de las víctimas humanas había que añadir los defectos específicos de una construcción mal ejecutada, insuficientemente controlada y restringida de presupuesto a medida que iban surgiendo dificultades. Recuerdo que me señaló algunos problemas concretos como la insuficiente consolidación del suelo o la mala disposición técnica de algunos tramos de la catenaria.
Al fin, se ha intentado inaugurar este tramo y se ha visto en seguida que aquellos vaticinios alarmantes se confirmaban. El Ministerio de Fomento, a pesar de tener un ministro ingeniero, había vuelto a fracasar en términos específicamente técnicos, víctima de la absurda vorágine de una propaganda política basada en la ostentación de una falsa eficacia dictatorial, tan ridícula como fue la del escándalo del Prestige.
Pero en este caso hay un agravante político. Una de las diversas deficiencias que han motivado el fracaso inaugural es la ruptura de la catenaria en un punto que los ingenieros solventes han señalado un evidente defecto del proyecto y de instalación como resumían F. Arroyo e I. G. Mardones el pasado sábado en un artículo de EL PAÍS. Pero el Ministerio se ha atrevido a afirmar públicamente que se trataba simplemente de un sabotaje y, por lo tanto, de un nuevo acto de terrorismo, lo cual, según con qué mentiras se manipule, puede llegar incluso a apoyar las decisiones aznarinas para apoyar la guerra contra Irak. Ya nos habíamos acostumbrado al falso discurso incriminatorio del PP que asimila cualquier reclamación de libertad nacional a germen y soporte del terrorismo y, recientemente, ya nos habíamos indignado con la arbitraria suspensión de Egunkaria y con las declaraciones del ínclito socialista Rodríguez Ibarra, quien proponía eliminar de los comicios todos los partidos nacionalistas, excepto el español. Pero aún no habíamos visto a los técnicos del Gobierno del PP recurrir también al terrorismo para esconder sus insuficiencias o su falta de responsabilidad ante las presiones de una política enfermiza. Todos, menos el presidente del GIF, que ha dimitido honorablemente. ¿Alguien está dispuesto a seguir este gesto?
Me imagino que todos los problemas del tramo Zaragoza-Lleida se arreglarán apresuradamente en los próximos meses. Por lo tanto, lo importante ahora es anticipar soluciones a las dificultades que aparecerán en el tramo Lleida-Barcelona si seguimos con los mismos métodos y la misma incapacidad técnica y organizativa. ¿Cuántos obreros y cuántos ingenieros morirán durante las obras? ¿Qué plazos se van a mantener? ¿Quién va a tener la valentía de revisar a fondo el proyecto y actualizar el presupuesto? ¿Cuándo llegará el AVE a las futuras estaciones del aeropuerto y La Sagrera en condiciones normales de eficacia seguridad? También me imagino que con mayores o menores tropiezos, el AVE completará algún día su recorrido. Pero lo que, de momento, no se va a solucionar es el gran error de planificación de su trazado en toda la Península, similar al de las demás redes de comunicación, especialmente las áreas. Otro artículo del mismo día en EL PAÍS de Germà Bel -Nuevas perspectivas sobre infraestructuras- explicaba claramente el problema: "Las infraestructuras necesarias para la vertebración interna de la eurorregión mediterránea" -Aragón, Baleares y el País Valenciano con un tercio de la riqueza española y un porcentaje aún mayor de exportaciones- "y para su articulación con el resto del mundo exigen un modelo de diseño y gestión que se aleje de la estricta radialidad que ahora impera en la política española. Hay que poner más énfasis en las conexiones transversales y en la idea de red en malla". Tendremos la línea Madrid-Barcelona, la Madrid-Valencia, pero nadie está dispuesto a priorizar la Barcelona-Valencia como integrante de un indispensable eje mediterráneo. Y mientras el aeropuerto de Barcelona no sea intercontinental, los leridanos utilizarán el AVE para ir a Barajas en vez de ir a El Prat.
Ese desprecio por la eurorregión mediterránea no sólo está induciendo a su empobrecimiento, sino a la desvertebración de toda la Península, con el discurso de un "patriotismo constitucional" -una lucha ideológica contra la periferia- y un profundo desconocimiento de las líneas reales de la economía productiva. Si completamos este error con otros similares, comprenderemos el fenómeno más llamativo del último año: la soledad política del PP. La canción diaria de los medios ha sido: "Con la sola excepción del PP, todos los partidos han votado en contra de tal o cual ley o de tal o cual decisión". O, con mayor significación política: "Con la sola ausencia del PP, todos los partidos políticos han estado presentes en tal o cual manifestación popular". Ya se sabe, el Partido Popular sólo se suma a lo impopular. Quizá por eso ganó las elecciones. En esta España tan anticuada, la popularidad se gana con la impopularidad del látigo y el cilicio.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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