Manuel Ferrol, fotógrafo gallego
En el inconsciente colectivo de los gallegos, el drama de la emigración tiene una imagen muy precisa: un hombre con el rostro crispado por la pena acurruca el rostro lloroso de un niño al que aferra pasándole el brazo por el cuello. Es una fotografía tomada en 1957 en la estación marítima de A Coruña. El hombre y el niño lloran por unos parientes que acaban de embarcarse rumbo a América. Esa imagen figura hoy en colecciones de todo el mundo, en antologías en las que comparte honores con obras de los grandes monstruos de la fotografía como Robert Capa o Henri Cartier-Bresson. Su autor, Manuel Ferrol, permaneció mucho tiempo en el más estricto anonimato. Ayer murió en A Coruña, a los 79 años, tras ver como aquella instantánea a la que ni él mismo había dado mucho valor se convertía en un emblema reconocido mundialmente.
"Con esa imagen, Ferrol puso a la fotografía gallega en el mapa de la fotografía universal", explica su colega Xurxo Lobato. "Es un documento que recoge una de las señas de identidad de Galicia, la emigración, y que sintetiza un sentimiento".
Ferrol nació casi literalmente en el mar. Su primer hogar fue el faro de cabo Vilán, en Camariñas (A Coruña), el corazón de la Costa da Morte, donde trabajaba su padre. Luego se crió en Vigo y se instaló más tarde en Betanzos, cerca de A Coruña. Según contaba él mismo, su afición por la fotografía había nacido de la impresión que le causaron las imágenes de los cadáveres tirados en las cunetas durante la guerra civil. En Betanzos montó un estudio y empezó a trabajar como reportero para TVE y el Nodo. Fue en 1957 cuando el Instituto Español de Emigración le encargó un reportaje sobre los miles de gallegos que tomaban los trasatlánticos en el puerto de A Coruña para buscar una nueva vida en América. Y la cámara de Ferrol quedó hipnotizada con aquel drama desgarrador de las familias que se separaban.
La fotografía del hombre y el niño fue como un objeto de culto durante el franquismo y se rodeó de cierta aura de clandestinidad. Gran parte de los negativos del trabajo que había hecho Ferrol en el puerto de A Coruña quedaron guardados en un cajón. Pero aquella imagen tenía tanta fuerza que se fue filtrando en diversas publicaciones, donde aparecía casi siempre sin firma. Los grupos antifranquistas la convirtieron en un icono de la lucha contra el régimen, sobre todo desde que la divulgó en sus páginas la mítica revista El ruedo ibérico. Pero hasta la muerte del dictador, ni siquiera se estaba muy seguro de su autoría. Fue tras la llegada de la democracia cuando la revista Foto dio a conocer al hombre que había captado aquella imagen. Ferrol había sido hasta entonces un fotógrafo más que regentaba su propio negocio en A Coruña. En el final de su vida, ya retirado, pudo disfrutar de la satisfacción de ver convertida aquella imagen en el testimonio definitivo de una parte de la historia de Galicia.-
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