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Columna
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Regresión

Los nacidos en los sesenta fuimos los primeros niños españoles que nos educamos con la televisión encendida. En nuestro universo estelar además de personajes de tebeo empezaron a colarse por primera vez nuevos héroes -los personajes televisivos- y nuevos acontecimientos mitológicos, los programas de máxima audiencia. Para nosotros, Mortadelo y Filemón se encontraban en el mismo plano de la realidad, o de la irrealidad, que los Hermanos Calatrava o los cantantes de Eurovisión, héroes y hazañas que están otra vez de moda. Mortadelo y Filemón han resucitado con bastante éxito, el fino humor de los Hermanos Calatrava vuelve a deleitarnos desde la pantalla amiga de Canal Sur; y el Festival de Eurovisión, que había decaído bastante en los últimos años, ha cobrado nuevos bríos.

Pero en esta noche de los muertos vivientes en que se ha convertido nuestro panorama cultural se echaba en falta el Expediente X de aquella época, la contribución de Andalucía al universo mitológico de los nacidos en los sesenta: las caras de Bélmez, el misterio más sobrecogedor de nuestra infancia. Recuerdo verlas por la noche en la tele; y a la mañana siguiente, en el cole, encontrarlas por todas partes, en cualquier sombra, en cualquier mancha de humedad. Pues bien, las caras de Bélmez han vuelto a la actualidad. Treinta y un años después de que el régimen de Franco decretara su olvido alegando que todo había sido un fraude, los periodistas y los investigadores de fenómenos paranormales se interesan de nuevo por aquellos rostros fantasmales que nos atemorizaron de niños. Y como suele suceder, las nuevas hipótesis que explican el fenómeno resultan más inquietantes que la contemplación del misterio en sí. Las caras de Bélmez -dicen ahora- se parecen a las de los miembros de una tal familia Chamorro, que murió en no sé qué asedio durante la Guerra Civil.

Pero yo, que soy poco inclinado a las explicaciones sobrenaturales, pienso que este renovado interés por las caras de Bélmez obedece a motivos demográficos. Las necesidades de quienes nacieron en la década de los sesenta han marcado las tendencias del mercado en las últimas décadas; cuando estos niños estaban en edad escolar abrir un colegio se convirtió en un negocio redondo, y cuando empezaron a irse de casa los precios de las viviendas se dispararon. Es normal por tanto que ahora que aquellos niños del boom demográfico se van haciendo mayores la industria del entretenimiento haya encontrado en la nostalgia un filón comercial bastante rentable.

Aunque también pudiera ser que no fueran las caras las que regresan a nosotros, sino nosotros quienes regresamos a los tiempos de Bélmez. La actitud de Aznar ante esta guerra, el comportamiento de su gobierno con el asunto del chapapote, la reciente clausura de un periódico en vascuence o, ya en Andalucía, la noticia de que para hacer pis algunas trabajadoras almerienses, empleadas en cierta cooperativa agrícola, tienen que pedir un permiso que tarda en tramitarse más de una hora y que es válido sólo por unos minutos, no parecen pasitos hacia delante, sino zancadas hacia atrás.

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