Pasaporte a ninguna parte
Sólo el 15% de las grandes empresas españolas que envían directivos planifica su regreso
Las grandes empresas españolas se han acostumbrado a tener un pie fuera de España. En los últimos años, miles de directivos han hecho las maletas y se han instalado en otro país, la mayoría en América Latina o de la Unión Europea, por unos años. Un estudio de Deloitte & Touche subraya algunas asignaturas pendientes de estos procesos, como la planificación del regreso y la atención a la familia.
El cónyuge no participa en el proceso y sólo el 27% de las compañías le ofrece ayuda para encontrar empleo en su nueva residencia
Una gran empresa de medios de comunicación británica, muy acostumbrada a tener profesionales desplazados en otros países, tiene como política que éstos se hagan cargo de esa zona cuando vuelven a los cuarteles generales. Parece una decisión que beneficia a las dos partes implicadas en el proceso: la empresa, que aprovecha así los conocimientos adquiridos por el expatriado, y el trabajador, que vuelve a encontrar su hueco en una empresa de la que desapareció durante un tiempo.
Las empresas españolas no han aprendido aún esa lección, según un estudio de Deloitte & Touche basado en compañías con una plantilla total de 145.000 empleados de los cuales 1.496 (algo más de un 1%) se encuentran en otro país. Una de sus asignaturas pendientes es precisamente la vuelta: sólo el 15% de las empresas ofrece un plan de carrera a estos profesionales, que regresan muchas veces sin saber cuál es su nuevo lugar en la empresa. Es la política del "tú vete, que ya te iremos contando" que, según Miguel Ángel Vidal, director del área de Recursos Humanos Internacional de la firma y desplazado a Holanda durante dos años, reina en las empresas españolas.
En la mayoría de los casos (69%), el procedimiento escogido para poner fin al exilio es una entrevista con la dirección y sólo el 8% prevé mayor salario. "La mayor debilidad es que la expatriación no está vinculada a gestionar el talento", subraya Vidal.
Esta situación contrasta con el esfuerzo económico que hacen las compañías para enviar profesionales fuera, a los que en la mayoría de los casos (73%) se abonan todos los gastos de establecimiento y en el 64% se pagan incentivos por destino.
Otro aspecto olvidado en estos procesos, en los que cada vez participan más mandos medios, es el personal. El cónyuge no participa en el proceso, ni siquiera se le comunica, y sólo el 27% de las empresas le ofrece ayuda para encontrar empleo en su nueva residencia, algo que, según Vidal, "aún se debe trabajar mucho".
El destino favorito de las españolas, que han impulsado su expansión internacional en la última década, es América Latina, a donde envían al 24% de sus expatriados, por delante de la Unión Europea (20%) y EE UU y Canadá, que ya concentran un 16% del total. Los países de Europa del Este, candidatos a la integración en la UE, reciben el 7%.
Hay ejemplos en todos los sectores: Repsol YPF, una de las que más personal tiene fuera, está presente en una veintena de países; Telefónica, en 16; Endesa, Ferrovial, BBVA y SCH, todas las grandes han puesto un pie fuera, casi siempre con la participación de directivos enviados desde casa. Incluso las pyme se han unido a la carrera. El cambio de destino suele durar entre uno y tres años (67%) y en nunca se alarga más de seis.
La crisis tampoco ha debilitado estos procesos, porque aunque las inversiones netas españolas en el extranjero han descendido un 51,69% , "no es posible establecerse en el país y replegarse en 48 horas", concluye Vidal.
Directivos con un pie en cada país
Grant Greatrex es el máximo directivo de Deloitte Consulting en España y Portugal. De nacionalidad británica, tiene su residencia en Lisboa (Portugal) y vuela casi cada semana a Madrid. Esta vida a medio camino entre dos ciudades, entre dos países, que los anglosajones denominan commuter, es más habitual de lo que parece. Incluso en España. "Están apareciendo nuevas formas de expatriación", reconoce Miguel Ángel Vidal, director del área de Recursos Humanos Internacional de Deloitte & Touche.
Se trata de una fórmula intermedia entre el expatriado puro, que cambia su residencia legal y se establece en otro país por un periodo de tiempo que raramente baja del año, y el ejecutivo en viaje de negocios. En estos casos, el directivo trabaja al 100% para la filial extranjera, pero no cambia su residencia legal. "Es una buena solución para las distancias cortas", subraya Vidal, "pero tiene un coste personal y psicológico muy alto". Más de tres o cuatro horas de vuelo entre ambas ciudades haría imposible este tipo de expatriación.
Ése es el riesgo mayor porque esta fórmula de expatriar personal no es mucho más barata que la tradicional, según este experto. Aunque el coste añadido más significativo en una expatriación es la vivienda, un coste que en el caso de los commuters desaparece, las compañías suelen ofrecer una compensación similar a los ejecutivos obligados a mantener este ritmo de viajes.
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