El Rolls-Royce de Franco
La Casa de Campo expone reliquias del mundo del motor en el VIII Salón Internacional del Vehículo de Época
En 1885, Berta Benz, la mujer del ingeniero Karl Benz, recorrió la distancia entre Mannheim y Pforzheim en un triciclo con motor de explosión que alcanzaba los 16 kilómetros por hora. Era el primer paseo en automóvil. Hoy, 118 años después de la hazaña, los madrileños pueden ver en el Palacio de Cristal de la Casa de Campo una réplica exacta de aquel prototipo.
El viernes pasado fue inaugurado el VIII Salón Internacional del Vehículo de Época, Clásico, Deportivo y de Colección. La mayoría de los que pasean estos días por los 10.400 metros cuadrados del recinto son apasionados de los automóviles; un calificativo que reúne tanto a coleccionistas como a aficionados, es decir, a los que pueden comprar y a los que simplemente miran. El año pasado asistieron 60.000 personas y la organización espera que en esta edición sean algunos más.
En los 255 expositores que componen esta mezcla de exposición y subasta a gran escala, se puede comprar de todo: coches y motos antiguas, pegatinas, cazadoras y guantes de cuero, revistas de automóviles atrasadas y todo tipo de accesorios para los locos de las dos y las cuatro ruedas.
Un grupo de curiosos observaba el triciclo Benz, fabricado por el Museo Mercedes de Stuttgart. El encargado de demostrarles el funcionamiento intentó sin éxito encenderlo dos veces, pero a la tercera fue la vencida y el motor empezó a sonar como si fuera una locomotora.
Un tesoro
Otro de los tesoros de la exposición es el Rolls-Royce de Franco, valorado en unos dos millones y medio de euros y del que sólo existen 18 modelos en el mundo. El habitáculo donde viajaba el dictador tiene un blindaje de unos cuatro centímetros; el del conductor, no. "Conducir este coche es una responsabilidad, primero por el valor histórico, y luego, por todo lo que cuesta", explicó uno de los militares que enseñaban el vehículo.
Pero Retromóvil es sobre todo una subasta de coches a gran escala. Ángel Díez García, un coleccionista de este tipo de automóviles, discute con un francés sobre el precio de un ómnibus de los años veinte. "Me pide dos millones y medio de pesetas (15.000 euros) y el coche es muy bonito, pero está muy estropeado y hay que gastar mucho dinero en la restauración".
Una vez hecho el esfuerzo económico, los propietarios de estos coches tienen que salvar aún un escollo más: pasar la ITV. "Un coche de estas características no puede seguir los mismos controles que un turismo normal", sentencia Ángel.
VIII Salón del Automóvil Antiguo y de Colección. Hoy, en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo. Horario de visita: de 10.00 a 20.00.
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