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Crítica:TEATRO | 'TODO EN EL JARDÍN'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La inmoralidad compensa

"Todo en el jardín es bello y hermoso", dice una frase americana; todo es podredumbre, viene a decir Edward Albee. Cuando la estrenaron aquí Gema Cuervo y Fernando Guillén hace 30 años -y tengo el recuerdo de que me gustaron, la obra y ellos-, nos parecía un alarde de cinismo, de crítica a la burguesía, de muestra de cómo cualquier inmoralidad compensa si su precio es bueno; no sólo el sexo, sino hasta el crimen. No es que hoy la obra haya perdido, de ninguna manera: la sociedad, sí, y hay menos distancia entre la realidad y la ficción. Los tiempos en que el franquismo moría entre dolores y se veía venir a lo lejos una democracia con ética y moral no tienen gran relación con éstos en los que la frase de "todo vale" ya ni se pronuncia; y no hay un Franco al que acusar. Muchos jardines hermosos ocultan su cadáver, muchas parejas agradables y felices tienen dentro su podredumbre. Lo cual no les impide, a sus propios protagonistas, acusar y reírse de los otros.

Todo en el jardín

De Edward Albee, versión de Nacho Artime. Intérpretes: María José Alfonso, Conrado San Martín, Beatriz Santana, Alberto Maneiro, Susana Martins, Pedro Bea, Carmen Arbor, Carles Moreu, Pedro Esparza. Compañía Cartel Teatro. Director: Jaime Chávarri. Teatro Reina Victoria. Madrid.

Lo mismo se podría decir de los Estados Unidos en los tiempos de esta obra y su perspectiva actual: sólo que ellos siguen haciendo su autocrítica -véase, por ejemplo, la excelente película A propósito de Schmidt- y nuestro teatro no llega a mucho más que esto: recoger obras extranjeras y antiguas, que parecen a propósito de otros.

La obra clásica de Albee, casi tan famosa como su ¿Quién teme a Virginia Woolf?, se representa en una versión clara y breve de Artime; y la calidad del dramaturgo está en la velocidad con que se plantean las situaciones -a la exposición de la dificultad sucede la propuesta de la inmoralidad, y luego su extensión-, a la ironía del diálogo en el que, aparte de la frase ingeniosa y viva, y hasta el puntito de moraleja hacia el final, surge el humor de lo que el espectador sabe y lo que va viendo venir, y hasta casi en un elogio a lo que está sucediendo en torno a la casa con jardín y con invernadero, que es peor que su interior.

A la moda de entonces, hay un personaje que explica los sucesos, que comenta las acciones y que, al mismo tiempo, forma parte de ellas: sujeto y objeto. Lo hace Conrado San Martín, que va cumpliendo años en los escenarios y gana siempre con ellos; sin que esta mención merecida disminuya a sus compañeros de reparto, dirigidos por Jaime Chávarri.

La vi con un público de invitados en un preestreno; su entusiasmo, sin embargo, parecía mas allá de influencias de amistad o de agradecimiento.

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