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Reportaje:EXCURSIONES | LAGUNA DE GALLOCANTA

Estruendo de un mar interior

El trompeteo de 60.000 grullas anima en invierno esta inmensa charca salada del suroeste de Zaragoza

La grulla común (Grus grus) es una zancuda robusta, de hasta 140 centímetros de alzada, y muy agresiva, a tal punto que sólo se atreven con ella las rapaces más grandes y los zorros. Pero es también un ave tierna, de un solo nido -o sea, monógama-, amante de la familia -los retoños permanecen con sus padres hasta el año siguiente a su nacimiento- y especialmente sensible al deterioro del medio.

De modo que los españoles podemos felicitarnos como si estuviésemos de santo porque siga eligiendo nuestro país para invernar, pues lo lógico sería que, después de los desastres ecológicos de Aznalcóllar y del Prestige, no se quedaran a pasar aquí el invierno más que las piedras.

En esto de hacer un largo viaje invernal desde el norte de Europa para encontrar una España cada vez menos natural y asequible, la grulla no difiere mucho de cualquier turista nórdico. Sus destinos favoritos, empero, no son las playas, sino las dehesas y lagunas de Extremadura y Córdoba. Y en lugar de hacer escala en Barajas, se detiene en Gallocanta, pueblo y laguna del suroeste de Zaragoza -a un paso de Teruel y dos de Guadalajara- que tienen un nombre engañoso, como de quiquiriquí, cuando en realidad les viene de las raíces celtas kalliu y kanto, ambas con idéntico significado: piedra.

El único canto que se oye, al menos entre noviembre y marzo, es el 'gruh-gruh-gruh'

El único canto que se oye aquí, al menos entre noviembre y marzo, es el trompeteo estridente de la grulla: gruh-gruh-gruh. Dicho así, no parece un sonido arrebatador, como para hacerse un viaje de más de 200 kilómetros desde Madrid, pero si se le añade un coro de 60.000 gargantas, ya es una trompetería bíblica, que bien lo merece. Y es que, 10.000 arriba o 10.000 abajo, tal es el número aproximado de grullas que recalan en la laguna de Gallocanta. O, si lo prefieren, en la laguna de Piedra-piedra.

La de Gallocanta es una laguna endorreica, formada a favor de un hundimiento tectónico en el interior del sistema Ibérico, que en años muy lluviosos llega a alcanzar una longitud de 7 kilómetros, una anchura de 3 y una profundidad de 2,55 metros, pudiendo considerarse entonces la mayor laguna natural de España.

Endorreica no es ninguna enfermedad, sino simplemente que sus aguas no tienen salida, de ahí su extrema salinidad (105 gramos/litro) y que no críen peces continentales. Las únicas que soportan estas condiciones son varias plantuelas herbáceas, algunas de ellas valiosos endemismos ibéricos en peligro de extinción. Y las piedras.

Ya que sería una paliza y una monotonía recorrer entero el contorno pelado de la laguna -unos 26 kilómetros-, vamos a limitar nuestras andanzas a la orilla norte, la más próxima al pueblo de Gallocanta, de donde saldremos por las calles del Calvario y de la Soledad para seguir a continuación la pista de tierra que lleva a la ermita del Buen Recuerdo.

El camino, bien señalizado con letreros, discurre entre campos de cultivo donde veremos a las grullas rebuscando los brotes tiernos, semillas y rizomas que son su sustento en invierno. Así, hasta llegar en una hora al crestón de rubia caliza sobre el que descuella la ermita, hecha de la misma piedra.

Tras contemplar el llamado lagunazo de Gallocanta, que está separado del resto por penínsulas arenosas y muy menguado últimamente por la sequía, cogeremos el camino que continúa recto por detrás de la ermita, y luego un desvío a la izquierda.

En diez minutos se llega al observatorio de los Ojos, desde donde se domina el lagunazo Grande, pletórico de agua y avifauna. Ya sólo nos restará volver al pueblo por la pista más cercana a la orilla, pasando, al cumplirse dos horas de marcha, por el observatorio de los Aguanares, donde unas venas de agua dulce mantienen un espeso carrizal y varios chopos que, deshojados y ateridos, parecen de piedra. Este es un buen lugar para aguardar hasta la caída de la tarde, cuando nuestra multitudinaria protagonista regresa a la laguna desde los campos circunvecinos. Viéndola volar en perfecta formación, alta y sonora como su voz, nos quedaremos mudos, de piedra.

Sólo hasta finales de febrero

- Dónde. Gallocanta (Zaragoza) dista 244 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de Barcelona (N-II) hasta Alcolea del Pinar y luego por la N-211 hasta Molina de Aragón, desviándose aquí hacia Daroca. Son buenas carreteras y, pese a la distancia, el viaje se hace corto.

- Cuándo. Hasta finales de febrero, cuando las grullas regresan al norte de Europa, es buen momento para acometer esta ruta circular de siete kilómetros y dos horas y media de duración. Es prácticamente llana y con una dificultad muy baja, siempre por pistas de tierra y señalizada con letreros de madera y paneles informativos.

- Quién. El personal que atiende el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta (teléfono 978 725004) informa sobre rutas, paseos guiados y puntos de interés. El centro está en la carretera de Tornos a Bello y abre todos los días, de 10.00 a 14.00 y de 15.00 a 18.00.

- Y qué más. Cartografía: mapas 25-18, 26-18, 25-19 y 26-19 del Servicio Geográfico del Ejército, a escala 1:50.000. Comer y dormir: Posada del Almudí (teléfono 976 8006 06), un hermoso palacio de los siglos XV-XVI en la monumental Daroca. Si se prefiere un alojamiento rural, contactar con Casatur (teléfono 976 800969) o consultar la página www.ecoturismoaragon.com/jiloca/consulta.asp

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