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Crítica:TEATRO | 'ALEJANDRO Y ANA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La boda de la legislatura

No es una parodia, dicen los autores de esta parodia; es un documental sobre el pensamiento de la derecha -no sé si hay contradicción en los términos-, y de esta forma enuncian su ironía. En realidad, el suceso mismo de la boda de la hija del presidente en el monasterio de El Escorial era ya una parodia involuntaria de personajes históricos. Pareció mal a los monárquicos, que veían una especie de usurpación de privilegios reales; a los burgueses, para quienes estos personajes se salían de su clase verdadera por manías de grandeza, y a la gente en general, por lo que tenía de augurio de absolutismo. Ya llevaron los falangistas el cadáver de José Antonio Primo de Rivera al panteón de El Escorial y fue mal visto: pero entonces no se podían hacer parodias. Ni nada.

Alejandro y Ana, lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente

De Juan Mayorga y Juan Cavestany. Intérpretes: Javier Gutiérrez, Guillermo Toledo, Roberto Álamo, Alberto San Juan, voz de Andrés Lima. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Escena y vestuario: Beatriz San Juan. Director: Andrés Lima. Compañía Animalario. Sala de bodas y banquetes Lady Ana, Prosperidad. Madrid.

Los autores son respetuosos para la pareja que se casaba: su burla -moderada: la realidad supera la ficción- está en el banquete en sí, en los tres sucesores que pasean su angustia entre los invitados, entre el servicio, los guardaespaldas, los mecánicos de los señores. Hacia el final de la obra, el monólogo de una friegaplatos y la parodia -digan lo que digan- del discurso del presidente, con un texto escrito por un poeta de su confianza, se deposita su mayor espíritu crítico. Incluso se hacen algunos juegos anacrónicos, en la alusión a sucesos posteriores que están en nuestra actualidad. Lo que reflejan, con crítica y burla, con seriedad y con actuación excelente, es una manera de ser que estaba ya en plena alteración de su propia personalidad y cargo: un presidente endiosado, amante del absolutismo, empeñado en decretos leyes, en el misterio de la sucesión cuando se produjese la ausencia que él mismo había decretado -para no perder jamás por la acción de otro-, el ensueño de grandeza: al mismo tiempo, una dureza real frente a personas -emigrantes, trabajadores, amenazados por la guerra- que se suele atribuir al "pensamiento de la derecha".

Aparte ya del morbo: es una realización escénica bien hecha sobre unos textos divertidos y bien escritos en un espacio alusivo pero extraño al teatro, un salón de bodas. Podría representarse en cualquier parte, incluso en un teatro de verdad, aunque el huir de ellos forma parte de este Animalario a cuya acción se deben los importantes y elogiables sucesos de los Premios Goya tan recusados por las "personas de orden", de los que salieron los del Congreso, mucho más recusados aún, aunque generaron la gratitud de las mayorías.

El público recordaba mucho a los progres de antaño, héroes de tiempos terribles, trocada su tristeza de cuando estaban reprimidos por el desencanto de la democracia, que era lo que se trataba de reclamar. Fueron felices. Demostraron su felicidad con aplausos prolongados que recogieron, con los otros creadores, los afortunados intérpretes de esta, ay, parodia de una parodia.

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