La vida apartada de Rafael Porlán
La Fundación Genesian reedita en Sevilla el libro 'Romances y canciones'
Rafael Porlán fue uno de esos poetas a los que el brillo de los grandes autores de la Generación del 27 contribuyó a dejar en penumbra. La Fundación Genesian acaba de reeditar en Sevilla el único poemario que Porlán publicó en vida, Romances y canciones. La suya fue una vida marcada por la Guerra Civil: publicó su libro en 1936, pero no pudo ser distribuido hasta el final de la contienda. La tuberculosis -la maldición que tantas vidas segó en la posguerra- le llevó a la muerte en Jaén en 1945, el mismo año en que concluía en Europa la II Guerra Mundial.
Porlán nació en 1899 en Córdoba, ciudad en la que vivió hasta los 13 años. Su juventud en Sevilla estuvo marcada por su afición al deporte -le encantaban el fútbol y el ciclismo- y el cine -participó en la fundación del Cine-Club de la ciudad y difundió películas de vanguardia-. Fue uno de los puntales de la revista sevillana Mediodía. Gustó del surrealismo como una manera de tener un contrapeso lúdico a su temprana y brillante carrera en el Banco de España. "No tengo título académico alguno. No me he casado. He viajado algo. Vivo de un oficio burgués al que me someto con gusto cuando pienso en las amarguras y vilezas que lleva consigo la subsistencia a costa del arte como profesión", escribió Porlán para definir las líneas maestras de su vida.
Y añadió: "Celebro no tener lo que se llama una vida. Todas mis convicciones y mis actos se dirigen a evitarlo cada vez más. Quisiera que hasta la hora de la muerte mi vida no fuese más que una humilde planicie por donde pudiera marchar apartado, conservando algunos amigos y haciendo algunos buenos versos".
Eduardo López Truco, profesor de literatura en un instituto de enseñanza media, se ha encargado de la edición, introducción y notas de Romances y canciones. El poeta Juan Lamillar ha escrito el prólogo del libro. López Truco atribuye a la "genialidad" de varios autores del 27 el olvido que cayó sobre la obra de Porlán. "No cabe todo el mundo en el escenario. Si cuando hay que publicar no publicas, la historia es implacable", explica López Truco. En efecto, Porlán no publicó su libro hasta 1936. Para entonces, Salinas, Guillén, Cernuda y los demás del 27 ya habían dado muestra de sus dotes literarias. La Guerra Civil hizo el resto al retrasar tres años la distribución del libro. Para entonces los aires que dominaban la poesía española buscaban su norte en la religiosidad tridentina, el imperio de Felipe II y las estrofas de Garcilaso. La poesía de Porlán poco podía pintar en tal atmósfera.
López Truco empezó a interesarse por el poeta a partir de las palabras de alguno de sus profesores de Universidad. "Un día cae en tus manos este libro y lo lees. Y dices que no está nada mal y que la gente que habla de este libro tiene razón, que el libro es bueno. Y piensas que a lo mejor se puede hacer una buena edición", recuerda el profesor, que insiste en la "personalidad inquieta" del poeta. "Porlán estaba atento a lo que hoy llamamos la movida cultural. Aprendió francés e inglés por su cuenta. Asimilaba y atendía a lo que venía de Francia. Y le latía que en Norteamérica había algo más", señala López Truco.
"En algún libro se cuenta que tenía prohibido hablar por prescripción facultativa durante su enfermedad y que se expresaba por escrito. Sus amigos conservaron las notas. Su vida debía de ser muy tétrica en el Jaén de la posguerra", dice López Truco.
Para Porlán, el poema tenía que ser fruto de un pensamiento aquilatado, de una meditación en calma. Nunca el producto de un instante de exaltación. "Su idea de la poesía es becqueriana: no hay que dejarse llevar por las emociones, sino por el trabajo. Su poética viene de la Generación del 27: hacer un poema cerebral que recobre la emoción", asevera el profesor.
López Truco resalta el carácter epigonal de su obra respecto a la Generación del 27. "En la poesía de Porlán se ven todas las características que luego se han destacado en el 27. También se da una tendencia hacia el clasicismo que empezó a apuntar en algunos poetas en 1935 y 1936", concluye López Truco.
Ladridos de frío y trompas de caza
La poesía de Rafael Porlán presenta una enorme riqueza. En ella laten desde los aires surrealistas hasta la poesía intelectual, exacta como una fórmula química, que preconizara Jorge Guillén. El clasicismo que empezó a ponerse de manifiesto cuando España se despeñaba ya hacia la Guerra Civil también hace acto de presencia en sus últimos poemas.
De ahí que uno de los atractivos de Romances y canciones venga de su espléndida variedad, de la pluralidad multiforme de un poeta que era capaz de adoptar los estilos más variados volando siempre por las regiones elevadas.
"El campo es una nobleza / tocando trompas de caza. / Ladridos de fino frío / torres en duda levantan / allá por donde ¿no suenan? / las claras trompas de caza, / allá donde ¿nunca hubo? / torres detrás de las ramas". Éste es el inicio de uno de sus poemas, un prodigio de música y sugerencia. Poco tiene que ver, salvo en su alta calidad, con el poema que cierra el libro: "Fue el ruido de un portazo: / temblaron todos los quicios; / crujieron todos los arcos. // Por el mar doblan campanas / y relinchaban caballos / de mirar lo que miraban. // Sonaron bajo la tierra / rosarios de cuentas blancas / que se llamaban a tientas. // Andaban por las esquinas / manos locas preguntando / si era de noche o de día. // Con la cara sobre el brazo / sentada en el fin del mundo / hay una cosa llorando".
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