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AMENAZA DE GUERRA | La situación en Irak

Un régimen obsesionado con las prohibiciones

Ángeles Espinosa

"Al monumento al fundador del partido Baas". El taxista se queda mirando con aire de incredulidad y la periodista interpreta que el hombre no ha entendido su árabe precario. Pero no, el problema no está en el lenguaje, sino en el destino. Está prohibido ir al monumento en memoria de Michel Aflak. Irak es un país de prohibiciones, la primera de ellas criticar al sistema.

Si la baja tolerancia a la crítica es habitual en los regímenes totalitarios, otras prohibiciones rayan en lo absurdo. No parece probable que la enorme estatua de Aflak constituya un lugar estratégico o esconda armas prohibidas. Lo que ocurre es que se encuentra en el patio de la sede central del Baas, el partido único y organismo todopoderoso que rige los destinos de Irak desde que triunfó la revolución de 1968.

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"Debiera tener sus puertas abiertas a todos los ciudadanos", afirma un iraquí. Sin embargo, sólo los inspectores de desarme han podido visitarlo hace unos días. El edificio está en obras tras haber sido destruido en los bombardeos de 1998. Seguro que volverá a ser un objetivo en caso de nuevo ataque estadounidense.

Más difícil resulta para los iraquíes la prohibición de emigrar a Bagdad desde el resto del país. Comprar una casa u obtener algunos documentos exige demostrar que se pertenece a una familia con arraigo en la capital desde antes de 1957. Quienes han llegado después, sólo pueden alquilar, en el mejor de los casos. Las autoridades justifican la medida por el desmesurado crecimiento de la ciudad, que en la última década ha pasado de 4 a 5,5 millones de habitantes.

A los extranjeros les está prohibido salir de Bagdad sin una autorización. Un periodista ruso que recientemente viajó a Tikrit, la localidad natal de Sadam Husein, estuvo detenido durante seis horas ante la sorpresa de los policías porque hubiera llegado hasta allí sin que ninguno de los controles de salida de la capital le hubiera detectado.

"Ni siquiera te puedes comprar un coche", se queja Asad, un sirio que lleva dos años viviendo en Irak. "Mucho hablar del panarabismo y luego todo son discriminaciones".

También está prohibido hacer fotos. No es que exista una ley que lo diga. Son las numerosas restricciones, las que lo convierten en una misión imposible. Además de los habituales cuarteles, instalaciones militares y aeropuertos, no se pueden fotografiar puentes, edificios oficiales (numerosísimos en Bagdad) o cruces de carreteras.

Es tal la paranoia que con sólo sacar una máquina de fotos uno se ve enseguida interpelado por un uniformado o algún miembro de los múltiples servicios de seguridad.

En la torre Sadam, un mirador con restaurante desde el que se divisa toda la ciudad, requisan las cámaras antes de subir. Justo debajo está uno de los palacios presidenciales, cuya planta ha sido captada por los satélites estadounidenses y difundida en varias revistas. En Bagdad sigue siendo un secreto bien guardado.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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