El Athletic saca partido del alboroto

No fue fútbol. Otra cosa, quizás. Una suma de deporte y tanganas que acabaron como el rosario de la aurora, con el Athletic, feliz, el Sevilla desquiciado, el árbitro aturdido, el técnico Caparrós, alucinado y el público entregado al marcador como único refugio de felicidad. Del Athletic quedan pocas cosas de sus viejas virtudes, pero de la escuela andaluza del fútbol en el Sevilla no queda ni rastro. Con Reyes lesionado, Fredi era la única alternativa artística, a sabiendas de que los otros diez salen al campo a romperse la crisma y dejarse los pulmones en el empeño.

Pues bien, el muchacho de la buena zurda cayó en la red que le tejió Javi González, -un artista de la piscina- y tras un asomo de tanganilla entre ambos picó el anzuelo. En la jugada siguiente se fue a por el jugador con idea de propinarle un plantillazo, pero el rojiblanco saltó precavidamente por los aires, sin que la bota le rozara siquiera. Conclusión: Fredi a la ducha por intento de falta. Después David, ya enfadado con las artes escénicas de Javi González le persiguió en un contragolpe y le derribó en la medular. Fue una zancadilla trasera, no violenta, que Turienzo, un árbitro que pasaba por ahí, condenó con el mismo destino. Pablo Alfaro se arrodilló ante él y le suplicó caridad. Taza y media. Un incidente entre el público y el banquillo sevillista se saldó con otras dos expulsiones (del segundo entrenador y del utillero).

Todo había comenzado así, con más presencia de las asistencias médicas que del balón, sometido a una persecución furiosa por parte de los sevillistas (liderados por el intrépido Torrado) y generalmente maltratado por los dos equipos en los momentos de la verdad. Así lo golpeó lastimosamente Toedtli cuando se enfrentó a Aranzubia, o Alkiza tras una dejada de Ezquerro. Sólo un balón se dirigió entre los tres palos en toda la primera parte.

Al Athletic, para colmo, se le fue Yeste, que parecía destinado a romper el partido y lo que rompió fue su rodilla. Por allí estaba haciendo estragos al amparo de la ineficiencia defensiva de Redondo y Javi Navarro.

Cuando las asistencias no estaban en el campo (que fueron pocos minutos), el Athletic resultaba más vertical y el Sevilla más peligroso, por usar términos agradecidos con aquel asomo de fútbol. Etxeberria marcó a su estilo (listeza y seguridad) y se armó la gresca. Javi González se fue cargando al rival, el Sevilla incendiándose en peleas absurdas y el árbitro con el muelle fácil para tirar de tarjeta. Así que Javi González fue el mejor del partido, es decir el que mejor manejó la mentira para engañar a un equipo demasiado caliente.