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El Petit Palais de París repasa en La Pedrera la evolución del arte a través de la figura humana

La exposición de 'De Ingres a Bonnard' muestra los cambios de estilo en Francia en el XIX

Del neoclasicismo a los albores de la abstracción. La evolución a lo largo del siglo XIX del arte francés a través de la figura humana es el tema central de la exposición De Ingres a Bonnard. Retratos y figuras del siglo XIX francés, que el Museo de Bellas Artes de París, conocido como el Petit Palais, inaugura en el edificio de La Pedrera, en Barcelona, sede de la Fundación Caixa de Catalunya. La exposición, que estará abierta al público hasta el 11 de mayo, recorre a través de 59 pinturas, dibujos y esculturas los cambios estilísticos del arte en Francia.

Ingres, Corot, Coubert, Millet, Gauguin, Redon, Rodin, Renoir, Maillol, Cézanne, Toulouse-Lautrec y Bonnard son algunos de los nombres de los 21 pintores y escultores seleccionados por el Petit Palais de París, cerrado por reformas hasta 2005, para mostrar en esta exposición la evolución del arte en Francia a lo largo del siglo XIX a través de la representación de la figura humana.

Una de las lecturas de la exposición hace referencia a la manera de representar a la mujer en las diferentes corrientes artísticas. La exposición destaca el papel de la mujer en la jerarquía social burguesa, que expresan las obras neoclásicas de Ingres; la evocación hedonista que respiran las obras de Cézanne, y la voluptuosidad implícita en los dibujos de Toulouse-Lautrec. "Pero aunque su representación haga referencia al papel de madre, a su condición de niña, o se destaquen los aspectos eróticos, existe siempre en esta selección un tratamiento clásico de la mujer", explica José de los Llanos, uno de los comisarios de la exposición.

El recorrido por la historia del arte francés del XIX empieza por el neoclasicismo y continúa con el realismo, que intenta expresar los aspectos más cotidianos de la vida, en especial el protagonismo de las clases populares surgidas de la revolución industrial. Un ejemplo de esta corriente es Honoré Daumier, del que se exhibe El organillo, en el que aparece un grupo de músicos callejeros.

El siguiente cambio estilístico se produce hacia la década de 1860 con la gran revolución pictórica que representa la aparición de los impresionistas que centran su interés en la luz, ya que la representación estricta de la realidad pierde interés por la aparición de la fotografía. Las escenas impresionistas en las que aparecen figuras son estampas de los bulevares y reflejo de la vida moderna que transcurre en los cafés. También se incluye el simbolismo en las tendencias que enlazan el siglo XIX con el XX. Odilon Redon fue uno de sus máximos representantes y de él se presentan cuatro obras en papel. De este autor destaca el comisario de la exposición su carácter de precedente de la posterior revolución artística que tendría lugar ya entrado el siglo XX. "Picasso llegó a conocerlo y se interesó por él, y lo surrealistas también lo reivindicaron", explica De los Llanos.

Bonnard cierra estilísticamente la exposición con unos cuadros que expresan placidez y elegancia femenina, y cuya técnica pictórica se sitúa en el preámbulo de la abstracción, aunque no llegó nunca a cruzar la frontera de la representación. También se exhibe uno de los cuadros de bañistas que pintó Cézanne; éste fue propiedad de Matisse, que tuvo en él un punto de referencia artística.

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