La apuesta más arriesgada de Aznar
Unas pocas semanas, el final de este mes de febrero y el empiece de marzo, van a marcar para siempre el periodo Aznar. La apuesta del presidente del Gobierno de acompañar a Estados Unidos en su ataque e invasión de Irak es fuerte y no tiene ya vuelta atrás. El problema es que lo que Aznar decidió a finales de verano se ha ido enredando según pasaban los días y las horas, y hoy el Gobierno hace frente a una situación mucho más complicada de lo que quizá pensó, una crisis muy seria que puede colocar a España en una posición insólita desde el punto de vista de nuestra historia más reciente: apoyar la guerra e invasión de Irak, aunque no cuente con el respaldo legal de Naciones Unidas y aunque suponga ahondar la división de la Unión Europa y enfrentarse a nuestros socios más tradicionales, Francia y Alemania. No todo el mundo en el PP ni en el Gobierno piensa lo mismo ni con la misma convicción, pero todos están seguros de que ya no se puede hacer otra cosa que seguir adelante en la partida y esperar que el resultado sea tan bueno como les promete Aznar.
La decisión de acompañar a Estados Unidos fuera como fuese el ataque a Irak se fue complicando, según pasaban los días y las horas, por la actitud de Francia
El PP cree que atraviesa un momento "tremendo", parecido al que pasó el PSOE cuando la OTAN, y afirma que utilizará todos los medios a su alcance para cambiar a la opinión pública
El presidente del Gobierno tiene buenos canales de información en Estados Unidos, pero no comparte los detalles con los ministros, que se sienten algo aislados
De momento, la mayoría contiene el aliento esperando, deseando, casi rezando porque Francia eche marcha atrás en el último segundo y permita una segunda resolución que legalice el inminente ataque norteamericano y suavice la posición del Gobierno cara a la opinión pública española.
"Pero eso, que hace unos pocos días nos parecía a todos casi seguro, ahora nos provoca más inquietud. No sabemos, no estamos seguros de lo que hará Francia. Es como una maldición: queremos separarnos de París, afirmar nuestra propia presencia internacional, y a la hora de la verdad estamos otra vez como siempre, esperando a ver qué hace", ironiza un diplomático con años de servicio en Naciones Unidas. Y añade: "Aunque, en esta ocasión, nuestra posición ya está marcada. Iremos con Estados Unidos, pase lo que pase".
La entrevista de Camp David
José María Aznar se ha entrevistado personalmente con George W. Bush en cuatro ocasiones. A finales de noviembre de 2001, tras el ataque de las Torres Gemelas, el presidente del Gobierno fue recibido en el Despacho Oval en reconocimiento a su inmediato apoyo y la total cooperación y dedicación de los servicios de información españoles en busca de la información que necesitaban. Después coincidieron en la cumbre de Monterrey (marzo de 2002). Pero la entrevista más fructífera fue la de Camp David, en mayo de 2002. Hubo un almuerzo posterior en diciembre de ese año, pero fue de aquella reunión de donde José María Aznar volvió convencido de que Estados Unidos iba a atacar Irak, fuera como fuera.
Y fue ese verano cuando el presidente del Gobierno español empezó a pergeñar su posición; era la ocasión para abrir el hueco, la oportunidad soñada para poner en marcha una de sus ideas más antiguas: la posibilidad de que España mantenga una relación privilegiada con Estados Unidos, con el imperio. "A fines de verano, la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, escenificó ya ese cambio, con un apoyo sin matices al ministro británico Straw", explica un alto funcionario de la UE
La idea de la relación preferente con Washington ha estado presente en muchas conversaciones de Aznar con sus ministros, ayudantes y amigos desde hace tiempo. "Aznar lo ha dicho siempre y muy claramente", reconoce un ministro. Lo que Aznar no les dio este verano, y no les da aún hoy a sus ministros, es información concreta, detalles de lo que le habían contado en EE UU. Siempre ha sido celoso de la información que recibe de Estados Unidos, y realmente es el único que mantiene canales solventes. Él y el director del Cesid, Jorge Dezcallar, que ha establecido una línea bastante directa con el director de la CIA, George Tenet.
Las relaciones de Ana Palacio con su colega Colin Powell son amistosas, pero no incluyen información especial. Y las del ministro de Defensa, Federico Trillo, con su homónimo norteamericano, Donald Rumsfeld, son inexistentes. Aunque todo hay que decirlo: Rumsfeld no mantiene relaciones con nadie de Europa y trata con tanto y tan manifiesto desprecio a sus colegas en la OTAN que ha llegado incluso a abandonar la sala de reuniones cuando hacían uso de la palabra los ministros alemán o francés. Trillo no aspira siquiera a buscar una relación personal con él.
La idea fija de Aznar desde hace semanas en sus conversaciones con miembros del Gobierno y del partido, y desde hace pocos días en las reuniones que mantiene con un número creciente de invitados en La Moncloa, es el tema de la "pérdida de miedo escénico". "Aznar ha decidido apoyar radicalmente al presidente Bush en esta guerra porque está convencido de que esa relación con Estados Unidos puede ser beneficiosa para relanzar el papel internacional de España y ayudar a ocupar puestos más relevantes en organismos internacionales", explica uno de sus últimos visitantes. Ésta es una opinión en la que coinciden muchos de quienes han hablado con el presidente del Gobierno. Es casi una obsesión: "Quiere estar en primera fila", resume la ex ministra Celia Villalobos.
Dentro de las obsesiones de Aznar siempre ha estado una II Conferencia de Madrid sobre Oriente Próximo y la incorporación de España al G-8 (grupo de países más industrializados del mundo, al que pertenecen los cuatro con veto en la ONU, es decir, Estados Unidos, Rusia, Francia y el Reino Unido, y los más ricos, Alemania, Japón, Canadá e Italia).
La idea del G-8 viene de la época de los socialistas, cuando el PIB español se aproximó al canadiense. Aznar lo planteó años después, cuando España entró en el euro, y lo reiteró cara a las últimas elecciones. Pero siempre ha tropezado con los hechos concretos: un país que recibe ayudas de la UE no podía reclamar plaza entre los más ricos, y sobre todo era muy difícil que el G-8 abriera sus puertas a un quinto país de la UE cuando también están en la cola de esa especie de directorio mundial India o Brasil. Incluso Rodrigo Rato ha intentado rebajar esas expectativas. El ministro de Economía ha tratado siempre el G-8 como un objetivo a largo plazo, quizá para cuando ya no sea G-8, sino G-15 o G-20.
En cuanto a la II Conferencia de Madrid, es también poco previsible a corto plazo. Sólo podría tener por objeto la creación de un Estado palestino, y para eso haría falta primero acabar con Yasir Arafat, que no acepta las mínimas propuestas israelíes. "Llegado el momento habría que ver también qué había pasado en Irak, porque muchos países árabes se pueden sentir dolidos con España y pensar que Madrid no es ya un escenario neutro, sino territorio USA", reconoce un diplomático que participó en la preparación de Madrid I.
La "pérdida de miedo escénico" que defiende Aznar pasa igualmente por la UE. El presidente del Gobierno cree que Berlín y París no deben tener en la nueva Unión el mismo papel que desempeñaron en la antigua CE. La crisis de Irak ha dejado clara, negro sobre blanco, la postura del Gobierno español. Hasta ahora, los europeos conocían ese deseo atlantista de Aznar, pero no les preocupaba mucho. De hecho, casi no se hablaba de ello en la prensa francesa o alemana. "Lo que ha cambiado la situación no ha sido el apoyo particular de España o de Aznar a Bush, sino la famosa carta de los ocho", explica un alto funcionario de la UE. "Esto no lo van a perdonar ni Francia, ni Alemania, ni Bruselas, porque no se trata de una actitud audaz del presidente del Gobierno español, sino que partió de una iniciativa del diario ultramontano y ultranorteamericano The Wall Street Journal, y porque España se ha prestado a acusar de antiamericanismo a Berlín y París y a montar una operación de división europea".
Cuando pase esta crisis, afirman tanto en Madrid como en Bruselas, habrá que recomponer los consensos internos en la UE. Y entonces se verá hasta qué punto Aznar ha logrado algo. "Lo más probable", asegura un experto español destinado en la UE, "es que se haga un esfuerzo franco-británico-alemán para recomponer platos rotos. Veremos si España participa o se considera que va en el paquete del Reino Unido".
Esa posible imagen del Gobierno español como "peoncillo" norteamericano en el escenario europeo (expresión de un periodista francés) y que se vaya extendiendo entre las opiniones públicas europeas es lo que más preocupa a algunos especialistas españoles. "En Europa se conoce y se aceptan cosas especiales del Reino Unido, pero no sucede lo mismo con España", admite un diplomático destinado en Bruselas. "En Europa se han abierto dos agendas y dos lógicas, y España ha marcado tajantemente una como la suya propia. El ambiente ya no será el mismo".
Reacción en cadena
"Al final todo puede salirnos muy bien..., pero muy tarde, cuando ya hayamos perdido las elecciones", bromea un dirigente del Partido Popular, preocupado por el efecto que tenga la guerra en Irak no sólo en las municipales, sino en las generales de 2004. "El momento es muy malo, con la opinión pública absolutamente en contra y unas elecciones, por muy locales que sean, en puertas", reconoce otro dirigente popular.
"Sí, la situación es tremenda, pero por eso mismo vamos a reaccionar con toda energía. Se confunden quienes creen que estamos ante una situación parecida a la que atravesó el PSOE en la primera guerra del Golfo. Para el PP, este momento se parece más al que supuso la OTAN para los socialistas. Algo muy serio que exige plantar cara y utilizar todos los medios a nuestro alcance para cambiar esa opinión pública", explica un alto cargo de la Administración central, que reconoce sin problemas que la televisión será un instrumento fundamental. "Queremos que cumpla su función sin complejos", precisa.
La idea de vincular la posición española a la lucha antiterrorista ha ido cogiendo fuerza según empeoraban las encuestas. Pero también ha provocado una gran preocupación en el Ministerio de Interior. "Agradecemos la ayuda que nos pueda dar EE UU, pero la cooperación que necesitamos, día a día, cotidiana y rutinaria, es la francesa. Son ellos quienes merecen nuestro reconocimiento", asegura un funcionario implicado en la lucha anti-ETA. Y añade: "Algunos hemos hecho llegar al ministro que nos gustaría que el Gobierno hiciera estos días un gesto de reconocimiento hacia Francia".
Todos los ministros del Gobierno han recibido indicaciones de participar activamente en las campañas explicativas y todo el partido se encuentra en posición de zafarrancho. "No creemos que esta crisis tenga repercusión decisiva en las municipales", asegura un miembro de la ejecutiva popular, "pero la verdad es que no sabemos nada. Dependerá de cómo se desarrolle esa guerra, de cuánto dure, de qué pase con el precio del petróleo y, cara a las generales, cuánto tarde en notarse la reactivación económica".
"Ahora lo tenemos mal, pero creemos que a medio plazo todo puede ir mejor y que muchos votantes olvidarán estos malos días", insiste otro dirigente del PP. Pero la preocupación y el cansancio han hecho ya mella en muchos despachos de Génova y del Gobierno. "El partido aguantará, que remedio; aguantaremos carros y carretas, con la esperanza, que no la convicción, de que todo saldrá finalmente bien. Pero lo cierto es que podemos tener razón y perder las elecciones", reconoce otro diputado.
La preocupación ha ido aumentando día a día, sobre todo porque el PP se ha sentido cada vez más sólo. Primero, Rajoy, y luego, Rajoy y Rato, han intentado por todos los medios lograr el apoyo de CiU y de Coalición Canaria. El vicepresidente primero, que ya se había echado a la espalda la crisis del Prestige, ha asumido también la portavocía en el Congreso de los Diputados de esta otra crisis. "Parece como si estuviera dispuesto a inmolarse en beneficio de otro candidato y a la espera de lograr su reconocimiento en posibles y futuros Gobiernos", acepta, algo molesto, un parlamentario que se considera próximo a Rajoy.
El fracaso de las negociaciones con CiU no se echa en el saco de Rato ni de Rajoy. "No ha sido tanto un fracaso de los dos vicepresidentes como una habilidad de Rodríguez Zapatero, que ha conseguido, de momento, aislarnos, si es que se puede hablar de aislamiento cuando se tiene mayoría absoluta", comenta un diputado del PP involucrado en las negociaciones. Pero a renglón seguido añade: "Seguiremos intentando convencer a Jordi Pujol y a CiU hasta el último momento porque les necesitamos".
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