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AGENDA GLOBAL. | ECONOMÍA
Columna
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Guerra de economistas en la Casa Blanca

Joaquín Estefanía

EL GIGANTESCO CRECIMIENTO del déficit público en EE UU, una reforma fiscal regresiva, y en general una política económica reaganiana con aumentos exponenciales de los gastos de defensa y seguridad, han abierto un debate público entre economistas y técnicos. Hay fuego cruzado en la Casa Blanca.

George W. Bush presentó primero un paquete de estímulo de la economía -creció sólo un 0,7% en el cuarto trimestre de 2002- que en sus líneas generales era una reforma fiscal encubierta a favor de los más pudientes, a los que se les reduce los impuestos. A continuación anunció el presupuesto para el ejercicio fiscal 2003-2004 (de marzo a marzo), con un déficit público superior a los 300.000 millones de dólares, casi el 3% del PIB, mucho más grande que cualquiera de los pronósticos que se habían hecho. En este presupuesto se contemplan incrementos espectaculares de los gastos de defensa y seguridad. Ese déficit no contempla los costes de una guerra contra Irak.

Vivir para ver: los economistas neoliberales (Milton Friedman entre ellos) justificando el déficit público para defender a Bush, y Paul Krugman invitando a Greenspan a salvar con su reputación la solvencia de EE UU

Cuatrocientos economistas, entre ellos 10 premios Nobel de Economía (Stiglitz, Samuelson, Modigliani, Klein, Akerlof, Arrow, Solow, North, McFaddeen y Sharpe), firmaron un manifiesto muy duro contra la política económica de Bush: su objetivo es un cambio permanente en la estructura impositiva y no en la creación de empleos en el próximo periodo; los recortes impositivos propuestos generarán mayor desigualdad en los ingresos netos de los ciudadanos.

Los economistas encontraron un aliado sorpresivo en el presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan, que en sus intervenciones ante el Senado y ante la Cámara de Representantes dio el beso de la muerte a la política económica de Bush. Desde posiciones a veces contradictorias con los 400 economistas anteriores, Greenspan reclamó medidas para controlar un déficit gigantesco que tendrá efectos sobre los tipos de interés, provocando la subida de los mismos. Ello sería catastrófico para una economía con un crecimiento muy débil. El presidente de la Fed no se manifestó como un fundamentalista del déficit cero, al estilo de algunos europeos trasnochados: el equilibrio presupuestario no debe ser un objetivo en sí mismo. "Alcanzarlo mediante políticas que obstaculizan el crecimiento económico no puede decirse que sea un éxito". Las relaciones del republicano Greenspan con el republicano Bush no parecen tan buenas como las que sostuvo con el demócrata Clinton.

Como si Greenspan le hubiera puesto banderillas de fuego, inmediatamente contestó Glen Hubbard, asesor económico de la Casa Blanca y al que se le atribuye el papel de filósofo del plan de recorte de impuestos a los más ricos. Hubbard defendió la reforma fiscal, a la que calificó como plan de estímulo fiscal a la economía. El problema, para el representante de Bush, no es la incertidumbre creada en la economía por las amenazas de conflicto bélico, sino el parón de la inversión empresarial; éste sólo se superará con estímulos fiscales como los que la Administración republicana propone.

Hubbard quitó importancia al manifiesto de los 400 economistas ("alinear economistas no es importante"), pero sus posiciones se vieron avaladas por una segunda carta, firmada por 200 economistas y tres premios Nobel (Milton Friedman, Vernon Smith y James Buchanan). Esta segunda misiva da un apoyo entusiasta "a la propuesta de crecimiento económico y empleo" de Bush. El plan "es fiscalmente responsable y creará más empleo, crecimiento económico y oportunidades para todos los estadounidenses. Además mejorará la responsabilidad de las empresas y reforzará la nación".

Vivir para ver: los economistas más neoliberales defendiendo el déficit para apoyar al derechista Bush, y Paul Krugman invitando al maestro (Greenspan) a salvar con su reputación la solvencia del país, amenazada por el rápido deterioro de las cuentas públicas.

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