Un lector se defiende

Las ideas básicas de este breve libro no son muy nuevas. Como su subtítulo apunta, versa sobre la situación apurada de la lectura en la cultura mediática actual. Está, pues, en la línea de ensayos recientes como son, por ejemplo, el de Sven Birkerts, Elegía a Gutenberg. El futuro de la lectura en la era electrónica (Alianza, 1999), o el de Raffaele Simeone, La tercera fase (Taurus, 2000). Y enlaza además con algún estudio anterior del mismo Ferrarotti, como La perfezione del nulla. Premesse e problemi della rivoluzione digitale, Roma-Bari, 1997. (¡Un título bien sugerente La perfección de la nada!).

Pero lo que atrapa al lector es el estilo vivaz, claro, chispeante, del ensayo. Ferrarotti, catedrático de Sociología en la Universidad romana de La Sapienza, ha escrito muchos y doctos tratados sobre la sociedad contemporánea (como El pensamiento sociológico de Comte a Horkhimer, La historia y lo cotidiano y Una fe sin dogmas, traducidos en esta misma editorial, y otros). Sus tesis -a favor de los libros y contra la opresión ubicua y masiva de otros medios de comunicación- se presentan con una impactante claridad, en una prosa aguzada, de mordaces críticas y cortas frases. Luego introduce un aire fresco de memorias personales.

Estas aceradas críticas sobre "la agonía del libro" (el libro leído por afán intelectual), muy a contrapelo de los usos de las rutinas mediáticas, son en ese sentido "intempestivas". Y el ensayo presenta un doble aspecto: primero, las consideraciones sociológicas sobre el curso de las cosas, con un ataque en toda regla a la cultura basura y superficial, a la bazofia televisiva; y, luego, la evocación nostálgica de sus experiencias de lector, los primeros y gozosos encuentros con los libros inolvidables, las fantasías de los grandes autores y las voces de los clásicos en bibliotecas de provincia silenciosas y austeras. Y en contraste, el entorno actual, globalizado, trivial y ruidoso.

Con cautelosa astucia, Fer

rrarotti comienza advirtiendo que sus reflexiones no son "proposiciones científicas intersubjetivamente vinculantes", sino modestamente "la expresión de principios de preferencias personales, a medio camino entre la inconfesada nostalgia por un pasado ya lejano y el desahogo humoral, quizá irritado, por un presente insulso, privado de genio y de sorpresas". Sigue una crítica de la masificación actual de la cultura, de la degradación progresiva de la televisión, los abusos del imperio de lo audiovisual sobre lo escrito. Y el elogio del ya raro lujo del silencio, la lectura lenta y crítica y los valores de la traducción, y, en fin, los riesgos de una educación apelmazada. Nostalgias de un humanismo libresco. Siempre en estilo fresco, ágil, sugestivo, inteligente. Como los mejores maestros del ensayo, le ofrece al lector frases memorables, para repensar. Como ésta de corte rilkeano: "Los hombres del libro saben que todo lo que es profundo ama la máscara y que lo aparentemente muerto está más vivo que lo vivo".