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Columna
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La visita

Ana Botella, la mujer del presidente Aznar y candidata a la concejalía de Asuntos Sociales por el Ayuntamiento de Madrid, ha visitado Roquetas de Mar. Una visita que no daría mucho juego, ya que su deseo de ser concejal de la capital de España es sólo una expectativa y no una realidad, por lo que poco puede aportar a Roquetas una concejal expectante. Sin embargo, no es así. Su condición de esposa hace que sus visitas cuenten con un apoyo que ya lo querría para sí la señora Martínez, que es candidata a la Junta de Andalucía.

No obstante, si nos salimos de esta perspectiva, se puede observar otra realidad. Una realidad, que enseña esta visita, y que no es sino el reflejo de las maneras, el cinismo y el desprecio con que determinadas cuestiones que son importantes para la sociedad son afrontadas por estos políticos. La imagen de la señora Botella dejándose fotografiar en brazos con un bebé de inmigrantes, y sus declaraciones sobre el supermercado de Roquetas, justifican esta afirmación. Con esta imagen quiere representar su apuesta por la inmigración, cuando la realidad es que su gobierno ha aprobado una Ley de Extranjería tan dura con la inmigración como las palabras de su marido que la identifica con delincuencia, y tan dura en el día a día como la forma en la que han muerto siete marroquíes en los calabozos de Málaga.

Una imagen a la que siguen unas manifestaciones a favor de un supermercado -el de Roquetas- , que ha sido construido sin licencia y cuya suerte, por la ilegalidad de la construcción, está discutiéndose en los tribunales. Confiemos en que sus palabras en favor del supermercado, identificándolo con el máximo progreso, no turben el ánimo de los jueces que tienen que resolver este litigio, por el hecho de que hable en su favor la mujer del amigo de Bush.

En cualquier caso no es hoy, vísperas de una apuesta por la libertad y la vida, el mejor día para escribir de Ana Botella, y de lo que representa. Hoy, cuando escribo, es día para pensar. Mañana, hoy cuando salgan estas líneas, hay que demostrar en la calle que esta guerra, la guerra del por si acaso, no la queremos. Y algo más. Hay que empezar a decir que quienes gobiernan de espaldas al pueblo lo hacen en su propio nombre, y no en el de la sociedad a la que dicen servir.

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