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Reportaje:

Sesión de tarde en el cineclub

El binomio película más coloquio ha pasado con los años de foro político a centrarse en lo cinematográfico

Los cineclubes fueron hace años el desahogo frente a la censura, un lugar donde expresar ideas, enfocadas en una película, que en otro contexto se habrían considerado peligrosas. Con la libertad de expresión que trajo la democracia, esos foros políticos e ideológicos tuvieron que reconvertirse hacia lo puramente cinematográfico.

Casi todas las grandes localidades del País Vasco cuentan actualmente con un cineclub. En algunos casos, palian la falta de salas comerciales en esa población o en sus cercanías, pero en las tres capitales llenan principalmente el hueco del cine alternativo que no cubren las salas comerciales.

El bilbaíno Fas, el más veterano de los cineclubes del País Vasco -"y de España", según señala su página web-, está a punto de cumplir los 50 años de vida, una efeméride que sus responsables piensan celebrar por todo lo alto. "La idea es que la conmemoración dure desde octubre hasta junio de 2004 y que la misma ponga al Cineclub Fas y a Bilbao en el centro de referencia teórico del cine español esos meses", comenta su presidente, Juanjo Ortiz.

"Hasta el día del golpe de Estado pasamos una película. Era lunes, nuestro día"

La asistencia a este veterano cineclub, entidad privada sin ánimo de lucro, ha sido siempre "muy buena", dice Ortiz. Ellos nunca han faltado a la cita. "Hasta el día del golpe de Estado proyectamos una película. Era lunes y entonces nuestro día era el lunes". Ahora, las proyecciones se realizan los martes, en una sala con 465 butacas. Aunque el coloquio se mantiene, en las décadas de los 50, 60 y 70 éste "era lo más potente". Entonces la cuestión política era el centro; ahora, en cambio, "no surge".

Ortiz razona la importancia de ver una película en versión original: "Si un director le hace repetir 14 veces a un actor una secuencia porque no entona bien, eso se pierde en el doblaje". Agrega que "es preferible perder ese 10% de la película que se pierde al leer los subtítulos, que un mal doblaje".

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El Cineclub Fas aún tiene un reto: conseguir tener una sala propia. "Vizcaya tiene cines públicos en cada localidad, excepto en Bilbao. Nosotros suplimos esa carencia de sala alternativa. Ahora que se habla de rescatar el Teatro Campos, creemos que es una oportunidad única para que Bilbao disponga de una sala municipal para proyectar cine".

El Cineclub Kresala es toda una institución cinematográfica en San Sebastián. Nació en el año 1972 de la mano de Luis Bergua, responsable de la sección de cine de la Sociedad Kresala, y desde su primera proyección, Ensayo de un crimen, de Luis Buñuel, ha alimentado de forma continuada el hambre de cine de los donostiarras con películas y coloquios. Entonces, no había en la ciudad ni la mitad de salas, ni proyectar un filme era una tarea sencilla. "Cada vez que queríamos pasar una película teníamos que pedir autorización al Ministerio de Información y Turismo y al Gobierno Civil", recuerda Bergua, quien sigue siendo su presidente.

El cineclub era por aquella época un foco de resistencia cultural y cumplía un papel distinto al circuito comercial. "Proyectamos películas prohibidas como El acorazado Potemkin o El gran dictador", relata Bergua, y "en los coloquios se hablaba mucho de política, de cosas que no se podía hablar". Kresala, que en la actualidad analiza unas 10 películas al trimestre junto a su fiel audiencia, nunca tuvo serios problemas con la censura. Pero en ocasiones, sí tuvo que lidiar con la sensibilidad herida del público. "Una vez, en la época en la que comenzaba el destape, proyectamos una película checoslovaca, en la que sólo se veía parcialmente un pecho en la oscuridad", cuenta Bergua. "Una señora se levantó airada, empezó a taconear y luego nos denunció en el Ministerio de Información y Turismo por pasar películas pornográficas". ¿Tomaron represalias contra ustedes? "No, porque el filme ya tenía permiso de la censura".

A lo largo de estos años, Kresala, actualmente el único cineclub de San Sebastián, ha proyectado títulos de los géneros más diversos. Pero la cinta que más expectativas levantó fue Casablanca, de Michael Curtiz. Muchos espectadores se quedaron fuera por falta de aforo (210 butacas). Hoy, una media de 175 personas asisten a cada sesión y el público se renueva con los años.

Kresala es el único cineclub privado de San Sebastián, pero no constituye la única oferta de cine alternativo de la ciudad. El ciclo Nosferatu, promovido por el Patronato de Cultura, cumple la misma función. No hay coloquios, pero sí presentaciones en las que intervienen los protagonistas o críticos de cine.

Vitoria dispone del cineclub más joven de las tres capitales. El Cineclub Horum nació dentro de la UPV en 1992 y tiene su sala en la Escuela de Ingeniería Técnica Industrial, donde caben más de 200 espectadores. "La entrada es libre", indica su presidente, Josemi Beltrán, quien entró en el cineclub al comienzo, cuando él era universitario.

Como sus colegas de Bilbao y San Sebastián, Beltrán asegura que "hay huecos de tipos de cine que no se puede ver en las salas comerciales". Su programación de más éxito es una semana de cine fantástico que realiza anualmente en torno a navidades. "Cuando más eco tuvo fue cuando hace años vinieron Santiago Segura, que sólo había hecho cortos, y Manuel Manquiña", recuerda.

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