La danza de los 'niños de la guerra'
El Principal donostiarra acoge este fin de semana un espectáculo de danzas tradicionales
Cientos de niños vascos tuvieron que marchar al exilio en mayo de 1937, en plena Guerra Civil española. Son, como los que vivieron la misma situación en otros lugares de España, los llamados niños de la guerra. El grupo de baile Kukai y la compañía de teatro Tanttaka se acercan a este capítulo de la historia a través de 1937, Gogoaren bidezidorretatik (1937, por las sendas del recuerdo), un espectáculo en el que las danzas tradicionales vascas sirven de hilo conductor para conocer los pasos de aquellos pequeños lejos de sus familias.
Kukai y Tanttaka representarán en el Teatro Principal de San Sebastián durante tres días, del viernes al domingo próximos, las vivencias de siete pequeños, cinco chicos y dos muchachas, que fueron a parar a un internado de Inglaterra, donde se ocupó de ellos una maestra vizcaína. Y lo harán mediante las danzas tradicionales vascas y las poéticas melodías de Juan María Beltrán.
Siete jóvenes bailarines subirán al escenario para representar a esos niños. Recordarán que conocieron la soledad y la tristeza separados de sus familias. Pero mostrarán también que aquellos pequeños se sintieron más cerca de su hogar y lograron vestir de alegría algunos momentos amargos a través de las danzas y la música de su tierra.
"Se habla de emociones a través de la danza, la música y la poesía", explicó ayer la guionista y directora del espectáculo, Mireia Gabilondo, quien presentó el trabajo, que se estrenó en noviembre en Rentería, junto al responsable de la coreografía y dantzari, Jon Maya, y el músico Juan María Beltrán.
Gabilondo subrayó que el espectáculo pretende demostrar que, a pesar de los momentos tristes, la vida sigue; que existen recuerdos entrañables incluso en circunstancias adversas y que, gracias a ellos, la vida cobra un sentido.
La guionista y directora del espectáculo considera que la utilización de la danza tradicional vasca en 1937, gogoaren bidezidorretatik, donde sirve de lenguaje para mostrar emociones y para comunicar a los bailarines-niños, es "innovador". Y es que, en su opinión, el baile euskaldun es "un poco hierático", una concepción que en esta representación se intenta romper haciendo que los bailarines se den la mano, se miren o bailen un aurresku entre dos, según explicó Gabilondo.
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