Inmigración: prejuicios y mentiras
La señora Ana Botella se equivoca, espero que ingenuamente, cuando acusa a los inmigrantes del aumento de la inseguridad y la criminalidad en España. No es la primera vez en la historia que se acusa a un grupo determinado de los problemas sociales, y el resultado siempre ha sido funesto. Primero se busca una víctima propiciatoria, se utiliza un argumento falso y demagógico, se estimula el crecimiento del prejuicio y se vuelca el encono popular hacia ellos.
¿Ha pensado la señora Botella cuántos carteristas extranjeros hacen falta para igualar la gran Gescartera, multimillonaria estafa llevada a cabo por prominentes españoles, algunos de ellos altos cargos del Gobierno, próximos a su círculo y partido político?
También ha omitido decir que España, otrora, ha sido un país de emigrantes. Si Hispanoamérica pensara como ella, acusaría a la inmigración española, tan numerosa por esas tierras, de todos sus males actuales.
Un buen consejo es sugerirle que mida sus palabras porque ser esposa del presidente del Gobierno no otorga impunidad ante lo dicho.
Volvamos a la prudencia, a la ética, a poder responder de nuestras palabras sin necesidad de recurrir a rectificaciones o desmentidos posteriores. Somos muchos los ciudadanos y ciudadanas de este país a los que no es tan fácil engañar con argumentos tan vacuos y que no aceptamos la xenofobia como política de Estado.
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