U2 repasa 20 años de éxitos y viajes en el Hall of Fame de Cleveland
La "banda con una misión" da un paso más: desde el sábado pasado es pieza de museo; el parnaso de los dinosaurios del rock, el Hall of Fame de Cleveland (Ohio), exhibe la mayor colección de objetos relacionados con U2 jamás reunida. Letras combativas y accesorios ridículos, todo cabe en las dos décadas de vida de una centrifugadora musical que goza de excelente salud.
Según los anales de historia de la música popular del siglo XX, U2 nació en octubre de 1976, como respuesta al aviso que un joven Larry Mullen Jr., ya baterista, colgó del tablón de anuncios de la escuela pública Mount Temple, de Dublín, a la que, a la sazón, también asistían el futuro vocalista Paul Hewson -verdadero nombre de Bono-, el guitarrista en ciernes David Evans -alias The Edge- y el bajista Adam Clayton.
"Hubiese sido genial incluir esa nota en la colección, pero nadie la ha encontrado", comenta Jim Henke, vicepresidente del Rock and Roll Hall of Fame de Cleveland (Ohio) y cerebro de In the name of love: dos décadas de U2, la retrospectiva que la institución dedica, desde el sábado pasado y hasta septiembre, a la autoproclamada "mejor banda de rock del mundo". Cuatro pisos para glosar los avatares de los irlandeses a base de parafernalia de diferentes épocas y, en muchos casos, incomprensible fuera de su hábitat natural: los escenarios mastodónticos de las giras del grupo.
"Tenemos un dossier de prensa de cuando se hacían llamar The Hype", revela Henke, "y el trofeo que ganaron en un concurso en 1978". En un grupo con tan natural tendencia a la mistificación, los fetiches no faltan: desde los manuscritos originales de canciones como Stay (Faraway, So close!), Out of control, o la más reciente New York -modificada tras el 11-S-; a una mirada al guardarropa -la cazadora forrada con la bandera de Estados Unidos que Bono exhibió en el Super Bowl de 2001, la primera camiseta oficial de la banda, elaborada por Larry Mullen en su clase de arte en el instituto a finales de los setenta...-, y al local de ensayo, con la presencia de instrumentos peculiares como el bajo amarillo que Adam Clayton empleó en la gira PopMart de 1997. Piezas por las que cualquier fan que se precie mataría o vendería un riñón, y que la banda ha "donado" al museo, para que todo el mundo pueda "disfrutar" de ellas.
El fotógrafo holandés Anton Corbijn, que ocupará con sus mejores retratos de la banda la cuarta planta del museo hasta el mes de mayo, recuerda una anécdota que ejemplifica a la perfección la obsesión de la banda por trascender: "En 1987, estábamos en el Parque Nacional Joshua Tree buscando localizaciones adecuadas para las fotos del disco, cuyo título provisional era The desert songs, y me llamaron la atención esos árboles; tras las sesiones, nos fuimos de copas y, en un momento dado, se los dibujé a Bono; le gustó la idea y al día siguiente, en el autobús, cogió una Biblia y le dijo a los otros: "The Joshua Tree es una gran imagen y sería un título genial". Y así fue, pese a que en la foto de la portada no aparece ningún árbol".
El mesianismo y la adopción de la tradición musical americana les convertirían en un fenómeno de escala planetaria, material de muchas portadas. "Escribí mucho sobre ellos para Rolling Stone por aquella época", recuerda Henke, antes periodista que hombre de negocios; "son un caso muy raro en la historia del rock; los mismos cuatro tíos durante 25 años, haciendo buena música, evolucionando y cosechando éxitos. No creo que haya muchas bandas de las que se pueda decir lo mismo".
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