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Columna
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César

Prueba de que Eduardo Zaplana no está dispuesto a pasar página con su salida del Consell es la escalada pirotécnica en la que ha metido al PP valenciano después de que Álvaro Cuesta (PSOE) le comparara con Luis Roldán, lo que fue consecuencia de la denuncia de Gaspar Llamazares (IU) por prevaricación y tráfico de influencias en la adjudicación de la campaña publicitaria del Ministerio de Trabajo a Carat (Miguel Ángel Rodríguez). Para empezar, una reacción que debiera haberse dado en Madrid, que es donde puede que se haya dañado la imagen de Zaplana, tiene lugar en la Comunidad Valenciana. El ex presidente de la Generalitat no sólo parece que no dispone de los resortes propios del Gobierno para hacer frente a estos asuntos en la capital, sino que para disimular esa evidencia (y a la vez sacar brillo a la chapa de que es el único que está en la sucesión con un territorio detrás) ha depositado esta responsabilidad canina en el portavoz del PP en el Senado, el valenciano Esteban González Pons. Y lo que resulta más paradójico es que para una refriega que en teoría sólo atañe a Zaplana allí (aquí, se ponga como se ponga, ya es el pasado), utilice no sólo a González Pons sino también a Francisco Camps, que se supone que son el futuro del PP valenciano, para ponerlos en la primera línea de fuego y que se achicharren, cuando tiene fontdemoras y maluendas a porrillo. Es sólo una muestra de cómo concibe el partido. Por lo pronto, ya ha dado el aviso de que nadie (de la generación de Camps) se mueve de su cargo en Madrid para ir en las listas autonómicas: los necesita allí con el mono de faena para apuntalar su posición en la sucesión. En el supuesto de que el PP revalide en la Generalitat, la composición del nuevo Consell no será ajena a esa ambición por la eternidad. A este paso, el final shakesperiano lo tiene asegurado. Con las 23 puñaladas y el subsiguiente triunvirato. Spurianna el arúspice suministró muchos presagios a Julio César de lo que le esperaba el día de los idus de marzo. Que la espiral de acusaciones en la que se atornillan populares y socialistas por supuestos nepotismos y corruptelas coincida con la feria del embutido de Requena, quizá no sea ninguna casualidad.

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