Aniversario
La esforzada labor que Joan Cerveró y su grupo realizan en el campo de la música contemporánea, se centró esta vez en un trío de compositores húngaros. La excusa fue el ochenta aniversario del nacimiento de uno de ellos: György Ligeti. Dos obras de éste llenaron la primera parte, mientras que la segunda permitió escuchar la Chinese Opera, de Peter Eötvös, y las Tres escenas aldeanas de Bartók. En esta última participaron 23 cantantes del Cor de la Generalitat.
El Concierto de cámara para 13 instrumentistas es una de las obras más conocidas de Ligeti, si exceptuamos, naturalmente Lux aeterna , utilizada por Kubrick en 2001, una odisea del espacio. Viejos vinilos de los años 70 dan buena cuenta de ello, incluso en un país como el nuestro, tan poco proclive, siempre, a la música de su tiempo. Esta obra, que Ligeti compuso en 1969-70, es una primorosa joyita donde los diversos timbres instrumentales se trabajan desde la perspectiva del conjunto y, al mismo tiempo, de la singularidad. Singularidad que, desde luego, para nada recuerda a la exhibición virtuosística de un solo tradicional, pero sí a la creación de una atmósfera que permite, con suavidad, admirar la belleza de cada timbre instrumental. Emergen éstos del magma sonoro previamente creado, y los intérpretes tuvieron ocasión aquí -y así lo hicieron- de lucir una gran delicadeza en sus intervenciones, una buena capacidad para plasmar los rápidos cambios de clima y un excelente ajuste entre ellos.
Grup Instrumental de València
Director: Joan Cerveró. Solista: Vicente Campos. Cor de la Generalitat Valenciana. Obras de Ligeti, Eötvös y Bartók. Palau de la Música, sala Iturbi. Valencia, 5 de febrero de 2003 .
Debe señalarse que, entre el tercer y cuarto movimiento, pudo escucharse algo de la música que se estaba haciendo en la sala Joaquín Rodrigo (Joan Enric Lluna y Josep Colom daban allí un concierto). El dato no es anecdótico, porque demuestra que la millonaria reforma del Palau no ha abordado un aspecto -tan fundamental en cualquier auditorio- como el aislamiento acústico de las diversas salas.
Vino luego Mysteries of the Macabre, para trompeta solo y orquesta de cámara, donde Vicente Campos tuvo ocasión de desgranar bellísimos pentagramas para trompeta, mientras que la percusión hacía un fuerte acto de presencia. El ajuste del Grup Intrumental no apareció aquí tan conseguido como en la obra anterior.
La obra de Eötvös (Chinese Opera) fue interesante pero -lógicamente- tuvo dificultades para medirse con los gigantes que la enmarcaban en el programa. De hecho, las deliciosas Escenas Campesinas situaron al oyente ante un listón muy alto. Ahí estaba la belleza, la dureza y la esencialidad de un folklore pasado por dos filtros: el del tiempo y el de un genio como Bartók. Después de ambos, nada puede quedar que no esté ya hermosamente perfilado.
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