Defendamos la credibilidad
Poderes públicos y privados están mermando la credibilidad de los periodistas. Nos estamos jugando la profesión y no parece que le demos importancia. Acatamos, salvo contadas y honrosas excepciones. Por culpa de intereses ajenos a los periodísticos una parte importante de la sociedad empieza a cuestionarse si es verdad lo que le contamos. Lo peor que nos podía pasar a los periodistas. Perder la fe en las pantallas, las ondas o las hojas impresas, es mortal porque la fuerza de nuestra profesión radica en la confianza que quienes nos ven, oyen o leen depositan en nosotros para que les informemos con honestidad. A medida que se acercan elecciones, en los medios de comunicación se empiezan a notar los efectos, más para quienes trabajamos en ellos. Intereses partidistas se imponen a intereses sociales. Condicionan al mensajero para que tome partido y, en algunos casos, lo obligan, como ocurre en Venezuela donde los medios de comunicación se han convertido en una parte más de la contienda civil. Si los periodistas no ponemos remedio a esta situación quienes mandan en televisiones, radios y periódicos seguirán encantados con el juguete. ¡Imaginaos que juguete! Para el niño-hombre propietario: Una televisión, una radio, un periódico es el artilugio jamás imaginado ("todos me escuchen sólo a mí y a los míos, ignoran a quienes no piensan como yo, y todos asuman que no hay más visión de la sociedad que la que yo tengo. Los demás están equivocados").
No dejemos que eso ocurra, nos va mucho en ello: La libertad.
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